Todos coincidieron en destacar al ser humano además de al futbolista. Y el ex delantero y técnico de Real Madrid no pudo frenar su emoción.
Fue el momento en el que se convirtió en leyenda. En el que alcanzó lo más alto de su carrera. Cuando entró definitivamente al olimpo futbolístico y se sentó en el trono para reinar. Diego Armando Maradona alcanzó la gloria eterna en el Mundial de México 86 y regó de gloria al suelo argentino. Y allí junto a él, defendiendo la camiseta celeste y blanca, estuvieron ellos…Los compañeros del 86… Esos compañeros que hoy sufren, sienten y recuerdan a Diego. Fueron los testigos privilegiados del clímax futbolístico de Maradona.
Uno de los que se mostraron más emocionados fue Jorge Valdano, uno de los más importantes en la conquista del título en tierras aztecas. Habitualmente medido en sus apariciones en los medios, el exdelantero de la Selección no pudo contener las lágrimas en su aparición desde el Wanda Metropolitano, donde iba a participar de la cobertura del partido entre Atlético de Madrid y Lokomotiv Moscú por la Champions.
Consultado por una periodista de la televisión española sobre sus recuerdos con Diego, Valdano, que había hablado antes de su dolor por la noticia, empezó a responder y tuvo que interrumpir la nota, vencido por la emoción.
«Si había un tipo que llevaba la cinta en todos los sentidos bien puesta era este. Este era distinto a todos los capitanes porque encima era el mejor de todos. Qué feliz nos hizo, loco… Íbamos a la Selección porque sabíamos que nos gustaba, porque era Argentina, pero sabíamos que estaba este. Y no podíamos no estar…», expresó Oscar Ruggeri, visiblemente conmocionado, en ESPN. El Cabezón fue uno de los defensores del equipo del 86.
«Estoy destruido. Me dieron un balazo en el pecho. Todavía no puedo creer que haya pasado esto. Es un dolor terrible, por todo lo que compartió uno y lo feliz que nos hizo. Porque la verdad nos hizo muy felices. Yo hablo como amigo y me hizo muy feliz dentro del campo, junto a los muchachos del 86, y fuera del campo también”, manifestó Sergio Batista, volante central de aquel equipo dirigido por Carlos Bilardo, en TyC Sports.
Y continuó el Checho: “Era una persona muy amable, tan bondadosa… Nos enseñó muchas cosas y que pase esto a uno le da bronca. Era una persona joven, pero prefiero recordarlo con los mejores recuerdos que tuvo dentro del campo de juego y afuera también”.
Además, el exmediocampista recordó algunos de sus grandes gestos: “Cuando las cosas estaban mal, siempre lo tuve al lado apoyándome, dándome palabras de aliento que necesitaba para ir para adelante. En el Mundial 90 yo compartía pieza con él y me tocó salir antes del partido con Brasil y él me vio tan triste que le pidió a Coppola que me comprara un reloj, así no estaba tan mal”.
Y comentó: «Los muchachos del 86 nos queríamos juntar con él y queda un poco de esa amargura de no haberlo podido ir a visitar por la pandemia. Es una lástima porque se nos va un pedazo de todos nosotros”.
Diego no participaba del grupo de WhatsApp pero sus compañeros del 86 sabían que él igual estaba con ellos. De hecho, cuando hablaba del Mundial en alguna aparición pública siempre los recordaba y los elogiaba.
“Jugaba un poquito a la pelota, lo vamos a extrañar… Tuve la suerte de conocerlo desde muy chico y conmigo fue muy cariñoso, normal, compañero… Él quería ser el mejor del mundo y peleaba para eso. Mucha gente lo llama el fuego sagrado. Lo tenía. Hay que tener mucha personalidad y deseos para ser el mejor de mundo”, contó también en TyC Sports Claudio Borghi, otro ex-Argentinos Juniors que también formó parte del equipo del ’86 en México.
«En ese Mundial fui la segunda manija de la Selección. Mi función era generar juego cada vez que Maradona estaba marcado por varios rivales o tenía algunas dificultades para dejarlos atrás y encarar con su potencia hacia el arco. Con Bilardo como técnico, cada jugador tenía una misión que cumplir dentro de la cancha. Y en mi caso particular, era consciente de que debía ayudar a nuestra principal figura. De todos modos es importante aclarar que no era fácil jugar en ese puesto porque Diego, por su calidad, te obligaba a estar concentrado todo el partido. En cualquier momento era capaz de inventar una jugada y dejarte cara a cara contra el arquero», contó Jorge Burruchaga en una carta que escribió para Clarín.
Justamente a Burru fue a quien Diego dejó cara a cara con Harald Schumacher, arquero de Alemania, en la final para que convirtiera el gol que le dio a Argentina la segunda copa del mundo. Y la gloria eterna a Maradona. «Gracias a su talento, fui campeón del mundo y viví una de las mayores satisfacciones de mi carrera», cerró Burru.