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Últimas imágenes del naufragio (de la fiscal Cristina Ferraro)

La imputación a un jefe de la AIC agravó el papel de la fiscal. La misteriosa y activa presencia de una abogada del ministerio de Seguridad en el lugar de los hechos. La tardía investigación de la Auditoria del MPA. Semana relevante en la causa.

De aplicarse sólo el sentido común, y ninguna consideración técnica, –que sobran- la carrera de Cristina Ferraro como fiscal está terminada. Sólo se espera que avance un poco la investigación de su colega Mariela Jiménez , que podría imputarla por incumplimiento de los deberes de funcionario público y encubrimiento. Seis meses después de ocurrido el crimen de Hugo Oldani, se podrá poner blanco sobre negro el accionar de la fiscal de Homicidios que fue duramente cuestionada por su tarea en la escena del crimen por este medio, y algunos pocos más. Medio año (y varios escándalos) debió transcurrir para que la Auditora del MPA Cecilia Vranicich abra una investigación administrativa por mal desempeño y faltas graves en el resguardo de lo básico en toda escena de un hecho luctuoso. Antes, el fiscal federal Walter Rodríguez había denunciado sin vueltas a Ferraro por encubrimiento, contando sólo con parte del legajo de la investigación del crimen, ya que otro segmento importante de la pesquisa aún está bajo secreto.

Tildado de perezosos por muchos, los pasos de la fiscales Jiménez y Urquiza no pueden sino más que terminar en la imputativa a su colega por los mismos hechos con los que le cayeron al Jefe de Escena del Crimen de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), Pablo Ricardo Molinas. La citación al policía se dio al otro día de conocida la denuncia de Walter Rodríguez. “Una coincidencia en la que no debe verse mala leche”, dicen desde el MPA local. En cualquiera de los casos la situación de Molinas, como del resto de los actores, era conocida desde el 18 de febrero, de mínima, cuando declararon en la causa la hija del empresario y su esposo y reconocieron que sacaron el dinero del lugar por orden de la fiscal.

Molinas, un policía con más de veinte años de servicio en la fuerza, declaró el 28 de agosto pasado como imputado. Las fiscales Jiménez y Urquiza le atribuyeron:  “que en fecha  12 de febrero de 2020 alrededor de las 0.57 horas mientras  se encontraba en el hall de la galería Rivadavia sita en calle La Rioja 2445 de esta ciudad, habiendo culminado la labor pericial de relevamiento de la escena del hecho ocurrida en los locales 29 y 30 de la mencionada galería,  ayudó a ocultar pruebas y alterar la escena del hecho permitiendo el ingreso a los locales 29 y 30 de Virgina Oldani, José Luis Hernández y una femenina cuyos datos personales se desconocen, hecho que se agrava por ser  funcionario policial”.  Los mencionados – sigue la imputación-  “ingresaron solos a los locales 29 y 30, permaneciendo en el interior alrededor de 7 minutos, sin que testigo alguno o personal policial registrara lo que los mencionados hacían en el interior del local,  a sabiendas de que en el interior de los locales había  una cuantiosa cantidad de dinero y documental que debía ser resguardada. Posteriormente Oldani, Hernández y la femenina salen del local con dos bolsos, una mochila y una caja color celeste y se retiran de la galería con los efectos mencionados, sin que tal circunstancia sea consignada en el acta respectiva ni se consigne el detalle de los efectos que Oldani, Hernández y la femenina retiraron del lugar”. Las funcionarias le endilgaron a Molinas que, al ser entrevistado por las circunstancias del caso, negó que alguna persona haya ingresado al lugar, pese a que tenía conocimiento que había una causa abierta por lavado de activos, que se activó después del 28 de febrero, tras una publicación de este medio que exhibió una foto con billetes, pesos y dólares en estantes de madera y otra de una caja fuerte naranja. Hecho que fue advertido por todos los actores superiores del MPA y que fuera eje de una nota anterior.

La escena del crimen

Molinas no imaginó nunca que el llamado a la central de la División Científica el martes 11 de febrero a las 18.35 le amargaría para siempre la vida policial. Esa vez le informaron del hecho en la galería. Salió de la base operativa con un perito balístico, un fotógrafo, un oficial planimétrico, un especialista en rastros y elementos biológicos y un chofer. Llegaron al local de Oldani a las 19, aproximadamente. Ya se encontraban allí dos efectivos de la seccional Primera, un hombre y una mujer, que le contaron rápido las novedades. Había rastros de sangre y una vaina servida en el piso del hall. El local estaba cerrado con llaves, pero comenzaron en el hall las tareas de levantamiento de rastros. Una hora y media después, se sumó al personal de la División Homicidios que partió rumbo al Hospital Cullen donde aún Oldani luchaba por su vida en el quirófano. Cuando llegaron al nosocomio el comerciante había muerto de un paro cardíaco.  “En ese marco estaban la hija de Oldani junto  a dos personas, al rato llegó mi jefa, la comisario Mónica Cáceres. Empiezan las pericias de rigor sobre el cuerpo y luego retomamos hacia el local la hija de Oldani, la fiscal Ferraro y Cáceres”, señalo el funcionario a cargo de la escena del crimen ante la Dirección de Asuntos Internos en el sumario 280/20. “Cuando arribamos al lugar nos dimos cuenta que había personal de la AIC, como el comisario Walter Barco. Procedemos a abrir el local y Ferraro me pide que filme todo en el interior”, situación que se registró con el celular de Molinas por falta de otro elemento tecnológico más sofisticado.

“Antes de empezar, la fiscal le dice a la hija de Oldani que iba a convocar a dos testigos ajenos al hecho, la hija se niega y ahí resuelve que ella (Virginia Oldani) y su marido (José Luis Hernández) sean los testigos. Entramos al local, hicimos las pericias de rigor y observo que detrás de la oficina había una puerta que daba a un reducto con estantes de madera y una caja fuerte antigua, de esas que tienen manija y creo que sin clave numérica. Le pedí a la hija de Oldani que abra la caja fuerte y se negó. Se lo pidió el oficial Sueldo – que estaba allí también – y se negó, siempre la filmación se hacia abajo la atenta mirada del marido de la hija del empresario (…) le comentamos a Ferraro sobre la existencia de dinero pero no ordenó ninguna medida, cuando salimos del lugar cortamos la filmación”. Este testimonio coincide con otros en una situación concreta: Virginia Oldani le dirigió el procedimiento a Ferraro.

Molinas agrega en su declaración en Asuntos Internos que, antes de irse, colaboró con la División Homicidios en improvisar una faja de seguridad para la puerta del local con una hoja blanca y cinta de embalar. La frase “Clausurado” se puede ver en muchas fotos de los medios de ese día. Insólitamente, ésa faja nunca fue violada. Todo se hizo delante de la fiscal, a la vista de muchos policías que estaban en el hall más pequeño de la galería. “Cuando nos fuimos quedó gente en el lugar, la faja quedó sin sello ni firma, pero no era mi responsabilidad”, señaló Molinas. Para las fiscales, el funcionario sí observó todo lo sucedido con el retiro del dinero del local, sabiendo que había dinero y sin dejar constancia de ello en el acta. Ahora bien , ¿ Si un fiscal está presente en la escena de los hechos, no queda la frente del procedimiento transformando al policía en un mero auxiliar?. La respuesta es sí, aunque tres expertos consultados por este medio señalaron que “debió dejarse constancia de ellos en el acta, sino de mínima es una falta administrativa sin reproche penal”. Pero, ¿Molinas pudo no haber visto lo que pasaba en la escena del crimen que estaba a su cargo también?¿Puede justificar un funcionario de ese nivel que él no fue testigo del retiro del dinero?. Según las imágenes que constan en el expediente, la hija de Oldani y su esposo entrar al local luego de la requisa y se llevan el dinero con la ayuda de una mujer, que sería la empleada del Ministerio de Seguridad de la que se da cuenta más abajo en esta nota, todo eso sucede con Ferraro en la puerta del local varios policías en el Hall.

¿Si una fiscal, como en este caso está en el lugar de los hechos, no asume todo el compromiso de lo que suceda?– se le consultó a una fuente del MPA

 -Sí.

– ¿Y porque tendría responsabilidad Molinas en el hecho?

– Porque él declaró que no vio ingresar a nadie llevándose el dinero y pudimos probar que sí. Además eso no quedó plasmado en el acta.

La enigmática mujer

“En un momento, la fiscal quiso convocar como testigo a una mujer que estaba con los familiares. Flaca, de pelo castaño y de unos 35 años. Cuando Ferraro le pregunta si quería ser testigo dijo que no podía porque trabajaba en el ministerio de Seguridad”, dijo Pablo Molinas en la declaración ante Asuntos Internos. También las fiscales la mencionan, aunque no la individualizan, como una de las personas que ingresó al local con la hija del empresario y su esposo.

La mujer, que todo el tiempo se mostró con Virginia Oldani, que no está consignada en el acta y que en apariencia tuvo un rol relevante es efectivamente personal de la cartera de Seguridad desde hace seis años,  tiene la categoría de suboficial, es abogada y está destinada en la Jefatura de Policía de Provincia en Asesoría Letrada.  «Esa mujer ingresó al local en los primeros minutos del día 12 de febrero y ayudó a Virginia Oldani y su esposo a retirar los valores del lugar del hecho, donde 6 horas antes habían herido mortalmente al empresario», señaló una fuente clave en la investigación del hecho.

Autor: Héctor Galiano (hgaliano@zonacriticaonline.com)

 

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