El subcomisario y ex subjefe de la delegación santafesina de la PFA fue detenido, sospechado de recibir coimas, darle tratamiento especial a un preso muy reconocido a nivel nacional y, posiblemente, haber “vendido” allanamientos en favor de un clan narco.
Otra vez la Delegación local de la Policía Federal Argentina es noticia. No por un buen desempeño, todo lo contrario: por ser escandalosamente parte del delito al que debe combatir. En 2021, Marcelo “Lechuga” Lepwalts, fue condenado a 4 años y medio de prisión por haberle dado cobertura a un narco regional al que debía investigar con su grupo de colaboradores. La denuncia saltó a la luz en 2018, cuando Lepwalts estaba a cargo de la Delegación de calle San Martín. También en 2021 el Tribunal Oral Federal de Santa Fe condenó a 1 año y 10 meses de prisión a Mariano Valdéz, comisario que fue jefe de la PFA en la capital santafesina por haber simulado un tiroteo en la autopista Buenos Aires – Rosario para ocultar el tráfico de anfetamina, según la acusación de la Fiscalía. Después de dos descabezamientos con escándalos bizarros, llegó el tercero. Esta vez el Jefe del Descontrol en la Delegación era, en principio, el subcomisario Leonardo Rafael Benítez.
Según pudo reconstruir Zona Crítica, Benítez – hasta la semana pasada subjefe de la Delegación local – mantenía una relación espuria y con fines económicos con un preso vip que estaba en el destacamento: Juan Ignacio Suris, un financista ex socio de Leonardo Fariña, el valijero de un sector del empresariado kirchnerista, que tomó más notoriedad cuando estuvo en pareja con la vedette uruguaya radicada en Argentina Mónica Farro. Suris, acostumbrado a vivir al margen de la ley desde hace años observó el talante permeable de Benitez y no dudó en cambiar dádivas y privilegios en la Delegación de la PFA a cambio de plata. Cada tanto, una mujer relacionada a Suris llevaba fajos de dinero a la Policía y los dejaba en el despacho de Benítez, allí se contaban a la vista de todos y se guardaban en bolsas. A cambio, Suris tenía ventilador, aire acondicionado, pesas, frigobar y muchas ventajas en su celda. Aunque pasada la mayor parte del tiempo en el Casino de Oficiales. Se levantaba a las ocho, hacía una serie de ejercicios y a las 9 comenzaba a recibir gente, desde sus hijos, su abogada, amigos y algunas “novias”, como se presentaban. Cuando el clima estaba alegre, el financista mandaba a comprar carne, verduras, leña y bebidas. Los policías asaban para Suris y los detenidos.
¿Cómo es que Suris llegó hasta Santa Fe?. En noviembre del año pasado la justicia federal de Bahía Blanca ordenó la detención del financista, que entonces residía son su esposa e hijos en la ciudad de Esperanza. Luego de la exposición con Farro el amorío terminó y Juan Ignacio pidió una oportunidad a su esposa. Allí vivió dos años, desde 2021. Hace medio año, agentes de la Policía Federal fueron a detenerlo en la capital de la agricultura porque enfrentaba otra condena, esta vez por haber creado una usina de facturas truchas que venden crédito fiscal para evadir impuestos o lavar dinero. Suris ya conocía la cárcel porque en 2012 fue condenado en juicio abreviado por admitir que formaba parte de una banda narco que operaba en Bahía Blanca. En total sigilo fue trasladado en noviembre pasado a la Delegación Santafesina de la fuerza federal, donde se movía como un jefe más. Benítez se refería a él como “el inquilino” y el resto de los policías como “el tercer comandante”, refiriéndose al tercero “al mando” dentro de la dependencia.
Benítez está acusado de los delitos de «cohecho pasivo, peculado, incumplimiento de los deberes de funcionario público y abuso de autoridad, en concurso ideal con encubrimiento doblemente agravado por tratarse de un delito especialmente grave y por su condición de funcionario público y violación de secretos». La causa comenzó con una denuncia anónima que daba cuenta de todo este descontrol dentro del destacamento y apuntando al subjefe como responsable de las prebendas y excesos.
“A partir de este llamado, se procedió al allanamiento de la delegación policial, donde se secuestraron libros oficiales donde se registraba el funcionamiento de la dependencia, junto con testimonios tanto del personal policial que allí trabajaba como de otras personas detenidas en el mismo lugar, que permitieron confirmar la información del llamado anónimo. De acuerdo a las evidencias recolectadas, el detenido disponía a su voluntad tanto de las instalaciones de la División como del servicio de sus agentes, prerrogativas que había sido concedidas por decisión del subcomisario”, se indicó.
Allanamientos cantados
Para el Fiscal que tuvo delegada la pesquisa, Walter Rodríguez, el subcomisario incurrió en la figura de encubrimiento al permitir que Suris acceda a información sobre una serie de allanamientos que se realizaron el 29 de febrero pasado, ordenados por el Juzgado Federal 1, a cargo de Reinaldo Rodríguez, en el que se pretendía desbaratar a una banda narco liderada por el “Clan Taborda”, que operaba y opera en la zona de Las Lomas, Scarafía y el norte. Jorge “Pelonga” Taborda es sindicado como jefe del grupo que, al momento de allanarse su casa en La Loma no estaba en su finca. “Dicen que estaba en la casa de un familiar, siguió todo por teléfono, donde tiene conectadas cámaras de seguridad, se cagaba de risa, estaba enterado de todo”, le relató a Zona Crítica un vecino del barrio.
El 29 de febrero los 12 allanamientos ordenados por el juez federal en base al pedido del Fiscal Federal Gustavo Onell, fueron negativos. Apenas unos pocos gramos de droga. El enorme papelón generó la furia del juzgado, que le recriminó a Benítez semejante impericia. La sospecha es que, en realidad, no fue mala praxis policial, sino un hecho de corrupción.
La Fiscalía llega a esa conclusión porque el día previo a los allanamientos, en la reunión previa a los operativos, Benítez – que estaba a cargo de la Delegación por la licencia del Jefe, el comisario Gallo – “comentó en voz alta delante del acusado que se iban a realizar allanamientos en doce puntos distintos, mientras en su escritorio tenía fotos de los domicilios y de las personas involucradas, en una causa vinculada al detenido.”
“Pelonga” Taborda es un conocido del ambiente narco. Hace años que lo investigan pero siempre zafa. Para los funcionarios federales es un hombre que mueve a gran escala cocaína y marihuana, la almacena en el barrio Las Lomas y la distribuye en la zona. Maneja coches de alta gama y camionetas de gran porte. Vive en un barrio lleno de carencias pero su casa es una mansión por dentro, aunque por fuera no desentona con el entorno pobre.
Los Taborda han demostrado tener buenas fuentes en las distintas fuerzas de seguridad. No solamente al Juzgado Federal 1 se le frustró la redada. También el fiscal Rodríguez experimentó la desazón de no concluir positivamente su pesquisa. Fue el 17 de diciembre del 2021 cuando pidió 19 allanamientos para detener a la banda y le delegó la faz operativa a la Delegación de Inteligencia e Investigación Criminal de la Prefectura Naval de Santa Fe. Todos los operativos dieron negativos. “Pelonga” apenas fue identificado y ésa misma noche armó un asado en su casa para 20 amigos del barrio. Pero el hecho no pasó desapercibido: toda la cúpula y los oficiales principales de la fuerza fueron trasladados o removidos de la zona.
´“Se presume que Pelonga” se relacionó con Suris por el tema de la colocación de dinero del narco en el circuito legal. La marihuana se paga en pesos, pero la merca no, hay que moverla y para eso están los financistas”, explica una fuente conocedora del grupo. “También le movía la plata “Pipi”, de Nuevo Horizonte, muy vinculado a Puchinga Almirón (otro narco de la zona norte) que se tomó el palo cuando lo detuvieron a (Gabriel Nudel) “Cachiporri”, agrega.
Autor: Héctor Martín Galiano (contacto@zonacriticaonline.com)