La literatura vernácula estuvo de luto en 2015 por la pérdida de algunas de sus plumas más entrañables como el uruguayo y el chileno, así como la editora Pilar Balcells.
Las letras de América latina estuvieron de luto en 2015 con la pérdida de algunas de sus voces más representativas y entrañables, figuras clave de la identidad y calidad literaria de la región, como la del escritor uruguayo Eduardo Galeano, el chileno Pedro Lemebel, y Carmen Balcells, pilar editorial del llamado «boom latinoamericano».
Contestatarias y contraculturales, las voces que partieron durante 2015 signaron, cada una en su lugar y su tiempo, el panorama literario de una época, marcado por su potencia revolucionaria, como lo fue la obra de Galeano, ese eterno luchador de las causas humanas, y la de Lemebel, creador de una narrativa homosexual y política dispuesta a sacudir lo establecido.
A la partida de esos abrazados nombres de América latina se le sumó en septiembre, del otro lado del Atlántico, aunque con raíces sembradas aquí, la muerte de la agente editorial Carmen Balcells, representante española de Julio Cortázar y de los premios Nobel Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, entre otros escritores.
También, Argentina despidió este año al entrerriano Arnaldo Calveyra, uno de los poetas más originales y exquisitos de la literatura hispanoamericana. Nacido en Mansilla en 1929, aunque vivía en París desde la década del 70, el novelista y cuentista legó a la poesía obras como «Cartas para que la alegría», «El hombre del Luxemburgo», «La cama de Aurelia» y «Si la Argentina fuera una novela».
Con una hoja de ruta inversa, el escritor nacido en 1938 en Italia aunque nacionalizado argentino, Antonio Dal Masetto, fue otro de los escritores que partieron este año. Prolífico autor de cuentos y novelas, Dal Masetto exploró sobre la inmigración y el desarraigo, una obra que se enmarcó en su propia historia de inmigrante.
También durante 2015 fallecieron, en el ámbito de la cultura local, la escritora platense Aurora Venturini, autora de «Las primas»; el poeta y escritor José María Castiñeira de Dios; el dibujante, guionista e historietista Osvaldo Walter Viola, conocido como Oswal; y el mítico productor musical y editor literario Jorge Alvarez.
Ese mismo 13 de abril que se llevó al creador de «Las venas abiertas de América latina», el mundo se había levantado con la noticia del deceso de otro escritor, también de fuerte ímpetu político: el alemán Gunter Grass. La tristeza entre los latinoamericanos por la muerte de Galeano conmovió tanto que el Premio Nobel de Literatura y autor de «El tambor de hojalata» pasó a segundo plano, por lo menos en la región.
Con su partida, Galeano, ese narrador que sacudió a más de una generación comprometida en la lucha por un mundo mejor, en pos de ese hombre nuevo vaticinado por el Che, estremeció en cada rincón de América del Sur.
La despedida de mandatarios de la región como Dilma Rousseff. Evo Morales y Rafael Correa fue acompañada por masivas repercusiones en las redes sociales, de destacadas figuras -Diego Maradona, por nombrar una- como de miles y miles lectores, que llenaron sus perfiles con frases célebres del montevideano. «Este es un mundo que te domestica para que desconfíes del prójimo, para que sea una amenaza y nunca una promesa», era una de las que más circularon.
«Los beso a todos». Otra de las misivas que recorrió las redes sociales fue la publicada por el propio Pedro Lemebel en su cuenta de Facebook, el 31 de diciembre. Allí, el escritor nacido en 1955 bajo el nombre de Pedro Mardones, escribió: «El reloj sigue girando hacia un florido y cálido futuro. No alcancé a escribir todo lo que quisiera haber escrito, pero se imaginarán, lectores míos, qué cosas faltaron, qué ‘escupos’, qué besos, qué canciones no pude cantar».
«El maldito cáncer me robó la voz (aunque tampoco era tan afinado que digamos). Los beso a todos, a quienes compartieron conmigo en alguna turbia noche. Nos vemos, donde sea», terminaba la carta de Lemebel, emblema de la transgresión, dueño de una pluma barroca, crítica y voluptuosa, plasmada en la novela «Tengo miedo, torero», y las brillantes crónicas «La esquina es mi corazón», «Loco afán», «De Perlas y cicatrices» y «Adiós Mariquita Linda».
Su muerte el 23 de enero, temprana -a los 62-, fue la primera de un 2015 atravesado por un continente que comenzó el año con adioses a sus voces más potentes. Como si fuera poco, en septiembre se sumó el deceso de la agente española Carmen Balcells, una de las mujeres más importantes de la literatura de los siglos XX y XXI por haber sido una figura medular del llamado «boom latinoamericano».
Con su estilo tan personal, esta mujer que representó a Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Pablo Neruda, Isabel Allende o José Donoso, cambió la tónica del momento al representar a los escritores frente a los editores y ponerlos en el centro del negocio, al tiempo que tendió puentes literarios, como nadie lo había hecho, entre España, América latina y el resto del mundo.
Los mensajes de condolencia por la muerte del novelista traspasaron las fronteras del espanol, una muestra del caracter universal que tuvieron sus letras.