Tras una jornada de arduos debates, se impuso la decisión del sector de Sanz. Los radicales votaron ir a las presidenciales con Macri y Carrió y dejaron afuera de la alianza a Massa.
Con el PRO y la Coalición Cívica, con el objetivo de evitar la continuidad del “populismo en cualquiera de sus variantes”. Con Mauricio Macri y sin Sergio Massa. El texto de la resolución que había preparado Ernesto Sanz fue votado por la Convención del radicalismo y se definió así el rumbo electoral del partido. Tal como se había adelantado en la previa, la posición de Sanz se impuso por mayoría de votos en una extensa reunión cuyo cierre se estiró hasta la madrugada. Julio Cobos, Gerardo Morales y Ricardo Alfonsín no ocultaron su resignación entrada la noche.
“En todos estos años hacia adentro las palabras fueron resistencia y recuperación, pero hacia afuera la palabra era continuidad. Hoy la palabra que veo y huelo es volver al poder. Y hacia afuera la palabra es cambio”, arrancó su discurso Sanz anoche, en lo que habitualmente en las convenciones suele ser un balance del titular del partido aunque en este caso funcionó como argumentación de su posición.“Hay una posibilidad cierta de que el republicanismo democrático derrote el populismo autoritario”, avanzó, con una bandera argentina a su izquierda y empapado de transpiración.
“No nos hemos podido poner de acuerdo sobre el camino a seguir. El PRO y la Coalición Cívica son los dos partidos con más competitividad electoral dentro de los que hemos combatido al kirchnerismo durante 12 años. ¡Nadie podría entender que la salida al kirchnerismo provenga de alguien que salió del kirchnerismo!”, blanqueó al promediar sus palabras, mientras Morales tomaba apuntes de su discurso con gesto adusto.
Cobos, también serio, apenas una vez lo aplaudió con timidez. Sanz tenía también aguijonazos preparados para ellos: “Yo banqué con mi cuero a los que se sacaron fotos con Macri y Massa. ¡Muchas cosas nos podemos permitir los radicales, menos la hipocresía!”. Y al final, al confirmar su precandidatura presidencial, lanzó a los gritos: “¡La UCR se merece un presidente que haya estado en las buenas y en las malas!”. Y hasta se animó a ponerle números al acuerdo con el PRO: “Está arriba de los 35 puntos, ¡hay balotaje en la Argentina!”.
La rosca, el poroteo por los votos y las negociaciones habían atrasado todos los horarios previstos. Pasadas las cuatro de la tarde, entre aplausos de la mayoría de los convencionales, Sanz hizo su entrada al teatro municipal de esta ciudad como si se tratara del protagonista de la función. A pura sonrisa, devolvió los saludos con su mano derecha en alto mientras transitó por el pasillo central hasta la primera fila. Antes de ubicarse les dio la mano a Cobos y a Morales, sentado uno al lado del otro. Ya se sentía ganador.
Pasado el mediodía, sus encargados de confirmar los votos habían juntado 180 firmas que ya a esa altura dejaban con poco margen a la resistencia al acuerdo con el PRO que intentaban hasta último momento Morales, Cobos y Alfonsín. De los 337 convencionales habilitados, hubo 330: 292 titulares y 38 suplentes.
Con la ventaja en sus manos, Sanz también se quedó con la precandidatura presidencial: más allá de la discusión sobre si se votaba en conjunto o por separado de la política de alianzas, Cobos adelantó por la tarde que si se confirmaba el acuerdo con el PRO desistía de sus aspiraciones. Con todo, se negoció hasta el final para evitar una fractura en los hechos, con la posibilidad de atenuar algunos términos de la resolución aunque sin mover la prioridad hacia el PRO y la CC, daba por descontado el sector de Sanz. A última hora, los referentes que se preparaban para la derrota insistían en que aceptarían la votación, aunque no descartaban fragmentaciones y movimientos autónomos en los distritos.
La reunión del máximo órgano partidario del radicalismo generó tanta atención en el escenario político y en los principales aspirantes a suceder a Cristina Kirchner –principalmente entre Macri y Massa, que se disputaban la estructura territorial de la UCR, pero también en el oficialismo– como tedio durante las primeras horas sobre lo que transcurría en la escena del teatro. Arrancó con discusiones sobre impugnaciones y también se sucedieron varios cuartos intermedios, para dar lugar a las negociaciones. El debate cobró voltaje a partir del discurso de Sanz.