El partido político más grande durante el siglo XX fue el de los ex comunistas, según expresó el historiador Eric Hobsbawn. Por las filas del Partido Comunista (PC) pasaron miles de personas y muchos de ellos llegaron a ser líderes importantes. Ser parte de ese grupo significaba adoptar una determinada cantidad de prácticas que marcarían una identidad que, con el tiempo, se transformaría en cultura política y tradición.
Marcos Gorbán, un productor televisivo, pertenece a ese gran partido de los ex comunistas. En su juventud, a principios de los 80, fue afiliado, pero principalmente perteneció a esa cultura porque sus padres fueron fervientes y comprometidos militantes de ese partido. Cuando Gorbán escuchó la historia de “El Losojo”, el hombre que espiaba para el Che Guevara, sintió un profundo interés por su vida y decidió entrevistar e investigar. Como resultado de esa búsqueda escribió Los ojos del Che. Fernando Escobar Llanos: el espía de Guevara y sus operaciones en África, Europa y América Latina, un libro que cuenta la historia de esa persona y su relación con el revolucionario. Sin embargo, el libro va mucho más allá que la investigación y la historia de un espía, también refleja una búsqueda personal que intenta desmenuzar tanto las prácticas, la identidad, la cultura y la tradición en la que Gorbán fue formándose a partir de las singularidades de ese universo.
El espía del Che
Entre los camaradas comunistas circulaba un relato simpático y maravilloso que llegó a publicarse en una serie que presentaba perfiles de vida. Se trataba de la historia de Orlando, un hombre de nacionalidad argentina de quien el autor no devela su apellido, que fue convocado por el Che Guevara para realizar tareas de inteligencia. Este argentino, que trabajaba para el comandante argentino-cubano, debía estudiar los terrenos en los que luego realizaría sus incursiones el Che. Fernando Escobar Llanos, que es el nombre falso que le dio Guevara, debía buscar los modos de entrar en los países sin ser descubierto por las autoridades, es decir, entre otras cosas analizaba los puntos débiles de las fronteras. Sin embargo, el Comandante Guevara le encomendó tareas de mayor envergadura y por eso lo llamó “Los ojos del Che”, que al estilo de los campesinos cubanos el nombre terminó abreviado en “Losojo”. Durante un largo lustro durante la década del 60, Losojo vivió como un verdadero espía entre Sudamérica, Checoslovaquia, África y Cuba, entre otros destinos.
Un relato dudoso
Gorbán conocía esa historia y se interesó en entrevistarse con ese hombre. Cuando logró tomar contacto se encontró con alguien que no quería dar a conocer su pasado, que lo había ocultado y que, al ser su principal cualidad pasar desapercibido, “ser invisible”, tenía pocas pruebas para ofrecer y contrastar con otras historias. El productor televisivo vio entonces las posibilidades fílmicas que ofrecía el relato y se entusiasmó en encontrar documentación. Así surgió el libro sobre los breves relatos escritos y orales de Losojo, Gorbán inició una investigación enfermiza en pos de revelar quién había sido ese hombre y cómo había hecho su tarea. A medida que entrevistaba a Orlando, Gorbán comenzó a tratar de transitar sobre sus pasos y buscar objetos que testifiquen la veracidad de lo que Losojo contaba. Una foto tomada por el Che en África, la memoria de los guerrilleros que lo acompañaron al África y a Bolivia, los cubanos que prepararon y asistieron al grupo de Guevara y los lugares que ocuparon. Al tener conocimiento de la historia de Enric Marco, el hombre que se hizo pasar por un refugiado republicano y víctima de campos de concentración nazis que representó a los republicanos durante varias décadas, que fue descubierto en 2005 y que Javier Cercas hizo mundialmente célebre en su libro El Impostor, Gorbán pensó que era necesaria una investigación periodística eficaz. Entonces su libro se transformó en una novela de espías, aunque la diferencia era que se trataba de un periodista siguiendo los pasos de un supuesto –hasta que se pudiese demostrar lo contrario– espía.
Memoria plural
Al igual que Cercas, Gorbán cree que la memoria es individual y que la historia pertenece a un plano formal y colectivo. Sin embargo, también se puede pensar que la memoria es una construcción que un grupo produce de cara a su pasado reciente. En la misma se realzan sus logros, sus éxitos y se procesan o desdibujan sus errores y derrotas. La memoria es electiva porque muchas veces deja de lado cosas del pasado que se vuelven insoportables al mirarlas desde el presente, pero es realista porque, al igual que en el cuento Funes el memorioso de Jorge Luis Borges, es imposible –y muchas veces inútil– reproducir exactamente todo con lujo de detalles. Actualmente, muchos historiadores desisten llegar a la verdad sin caer en un relativismo puro. Sin embargo, en Los ojos del Che conviven de buena manera esa lucha entre la memoria y la verdad absoluta. Esa pelea hace entretenido al libro.
Lo que no tuvo en cuenta Gorbán, sin embargo, es que esa búsqueda lo iba a llevar por otros caminos. Por ejemplo, los recuerdos de su propia infancia, la militancia y el compromiso de sus padres, el trato con los compañeros y las mañas de los militantes comunistas. Al estar muchas veces en condición de perseguidos, los comunistas aprendieron una multiplicidad de prácticas que actualmente parecen inútiles, pero que para ellos tenían un profundo significado. No dar direcciones ni nombres, los rituales a la hora de la reunión, el tipo de información que se brinda, el sentirse siempre vigilados por la Policía como si fueran las personas más importantes del mundo, son algunas cuestiones que aprendieron y que desempeñaron en la medida que podían. En los años 30 se puso de moda entre los comunistas realizar su propio relato de vida. Muchas de esas historias servirían a Moscú para controlar a sus propios afiliados; sin embargo, para muchos afiliados era como una importantísima carta de presentación, un capital político y cultural que les daba identidad y un lugar entre sus pares. El más célebre de estos fue Hijo del pueblo, del dirigente comunista francés Maurice Thorez, y en Argentina Crónicas proletarias, del líder de la Federación Obrera de la Industria de la Carne, José Peter. La historia de Losojo responde a este parámetro.