Los cadáveres de dos niños aparecieron a primera hora de la mañana en una playa turca
La imagen del cadáver diminuto de un niño sirio al que las olas depositan en las costas turcas se clavó ayer en la retina de los europeos como símbolo del drama migratorio. Esa huella gráfica de un naufragio que costó la vida al menos a otro niño —también fotografiado— y a una decena de adultos condensa la gravedad de un fenómeno que está sacudiendo al continente. Más de 23.000 inmigrantes que lograron cruzar el Mediterráneo han arribado a las costas griegas en la última semana. Se trata de un 50% más que en los siete días anteriores. La UE busca medidas de emergencia ante una crisis que desborda a sus dirigentes.
La desesperación que conduce a lanzarse al mar huyendo de la guerra queda plasmada en esa foto del pequeño sirio al que las autoridades turcas encontraron sin vida en la playa de Bodrum. La barca en que viajaba naufragó cuando trataba de cruzar la estrecha franja que separa Turquía de la isla griega de Lesbos.
El destino de los dos niños hallados muertos en la playa ilustra un drama extendido: dos millones de menores sirios viven como refugiados en otros países, según datos de UNICEF. Aunque la mayoría está en territorios vecinos, cada vez son más las familias que deciden llevarlos consigo hacia Europa. Un tercio de los migrantes que desembarcan en Grecia, principal punto de entrada de los sirios, son mujeres y niños, apunta la organización de la ONU.