El incremento de los pedidos al Estado incluye a adultos mayores o jóvenes con niños que antes no recurrían a esa ayuda y hoy lo necesitan. También los niños piden en los comedores llevarse «lo que sobra» para que coman sus padres.
La demanda de ayuda alimentaria en los barrios de Rosario aumentó 30 por ciento en los últimos meses, como síntoma más elocuente de la situación económica. El detalle no sólo es cuantitativo: el personal de los efectores municipales percibe que ese aumento de pedidos de asistencia se nutre de personas que antes no acudían al Estado por comida, trabajo o salud y que resolvían sus necesidades por sí mismas. «Hay sectores nuevos que se suman a la demanda, jóvenes con niños y también adultos mayores. Muchos se acercan para averiguar posibilidades de trabajo, de algún emprendimiento porque el ingreso que tenían se terminó, o porque lo que ganan ya no les alcanza. La carne y el pollo desaparecieron de las ollas», observó la secretaria de Desarrollo Social municipal, Laura Capilla.
El incremento de la demanda social en las terminales del Estado en Rosario es un rasgo generalizado en 33 centros de convivencia barrial (CCB), 12 polideportivos y más de 70 centros de salud, entre municipales y provinciales, distribuidos sobre el ancho mapa por fuera de los bulevares. En eso coinciden los equipos que trabajan desde la Secretaría de Desarrollo Social con la asistencia alimentaria a través de la Tarjeta Unica de Ciudadanía (TUC), los CCB y con 207 centros comunitarios en los que funcionan comedores y copa de leche.
Por ejemplo, hoy en Rosario hay 55.000 beneficiarios de la TUC, un programa que la Provincia implementa desde 2008 para reemplazar los tickets y cajas alimentarias. Esta tarjeta representa apenas 260 pesos mensuales de ayuda, y es asignada sobre todo a madres jóvenes y familias con niños con problemas de salud. El denominador común: sus inscriptos sobreviven con menos dinero que el salario mínimo vital y móvil, actualmente, 8000 pesos mensuales. La Municipalidad atendía 220 solicitudes en enero; hoy son 350.
En los CCB, los operadores también perciben el deterioro del tejido social. «Como complemento de las actividades educativas y recreativas que se brindan, también se sirve desayuno y merienda. Estamos notando mayor concurrencia de niños, y en general vemos que los chicos llegan con una noche muy larga, es decir, que no cenaron la noche anterior o que lo hicieron de manera insuficiente. Además, comenzaron a pedir los alimentos que sobran para llevarlos a sus hogares para que sus padres puedan comer», reveló la titular de Desarrollo Social. En los CCB acuden a diario 980 niños de 3 y 4 años, y además lo hacen otros 1800 de entre 5 y 12 años a actividades recreativas y culturales dos o tres veces por semana, y unos 1600 adolescentes que participan además del programa provincial Nueva Oportunidad. También empiezan a notar que algunos jóvenes que asisten a las actividades de capacitación en oficios o integración recreativa preguntan si hay algo de comer para llevar a sus familias. La demanda de cajas con alimentos que se entregan en los CCB creció 70 por ciento entre enero y mayo, según datos de la secretaría municipal.
«Fue a partir de marzo, con la intensificación de la actividad en los centros barriales por el período escolar también, que empezamos a notar mayor asistencia de la población más vulnerable a estos efectores, y eso viene in crescendo. Son nuevos niños, también jóvenes y madres que exponen que la situación se les complicó, que quedaron sin empleo, que no les alcanza. El joven que ayudaba al tío pintor ya no tiene más esa changa, la chica que limpiaba en casas de familia tampoco, o que antes vendía ropa o algún producto y ya no más, el albañil que terminó la última obra y no volvieron a llamarlo. Esas situaciones hoy se repiten a diario», expuso Capilla.
El panorama que pintó la funcionaria municipal ante Rosario/12 condice con lo dicho por el gobernador Miguel Lifschitz la semana pasada, al señalar que «la demanda de salud pública aumentó porque hay muchas familias nuevas por debajo de la línea de pobreza». Capilla confirmó que en la interacción con otras áreas del municipio el personal de los centros de salud advierte un incremento de consultas debido a familias nuevas que acuden al servicio luego de haber perdido su empleo formal y, por ende, su cobertura de obra social.
La titular del área develó otro rasgo emergente del deterioro social: el personal de los CCB está recibiendo últimamente la demanda de ancianos, jubilados o no, que se acercan a pedir alguna clase de ayuda pese a que no están dentro de la población objetivo de esos efectores. «Nos llega la demanda a través de vecinos de esos adultos mayores a los que ya sus ingresos o sus estrategias de vida no les alcanzan para vivir», contó. «La gente cuenta y refleja el cambio que hubo, el impacto de la inflación hizo que, por ejemplo, hoy la carne y el pollo hayan desaparecido de las ollas; la plata no alcanza y encima hay una baja en el empleo que es notoria. En los barrios las changas informales son el medio de vida de mucha gente, y eso hoy cayó muchísimo, por eso piden trabajo, preguntan por emprendimientos, la posibilidad de hacer algo», agregó Capilla.