En su último discurso como gobernador pidió “diálogo, trabajo y educación”. Arancedo reclamó recuperar el valor de la palabra.
Acto exprés. La conmemoración central por el aniversario del 205° aniversario de la revolución de mayo se hizo hoy en Santa Fe con una breve ceremonia, una breve homilía y un breve desfile cívico-militar. El clima conspiró contra la convocatoria de público, y alteró el protocolo. El Tedéum se hizo después del discurso del gobernador, que sólo consumió cuatro minutos. Esta vez, no hubo palcos ni escenarios. Antonio Bonfatti habló desde un pequeño estrado ubicado en la propia plaza 25 de Mayo, y rodeado de funcionarios, legisladores y abanderados, informó el diario El Litoral
Antes había participado del izamiento de la bandera junto al vice, Jorge Henn; el ministro de Gobierno, Rubén Galassi; el presidente de la Corte, Roberto Falistocco; el intendente José Corral, y el senador por Rosario y candidato a gobernador por el Frente Progresista, Miguel Lifschitz..
Bonfatti fue el único orador del acto, y arrancó confesando su “emoción” por presidirlo. Fue el último que encabezó como gobernador de la provincia. Tras ello, aseguró que en estos años de gestión pudo confirmar “cada día, que los santafesinos abrazamos los mismos valores que aquellos revolucionarios. En cada pueblo y en cada ciudad conocí hombres y mujeres; miles de hombres y mujeres poniendo en acto cotidianamente los valores que alumbraron nuestro primer grito libertario”, expresó.
Sostuvo que su gobierno “buscó honrar los ideales y valores de la primera gesta nacional para revalorizar la política y reconstruir el rol social del estado”. Y aseveró que “en cada proyecto y en cada sueño, los santafesinos demostramos que asumimos la responsabilidad de nuestro destino”.
Bonfatti aseguró que “hoy, Santa Fe es la segunda economía del país. Hemos impulsado la capacidad productiva de nuestra provincia, combinando lo urbano con lo rural, y el campo con la industria. Hicimos de la provincia una tierra de oportunidades -se jactó-, donde la investigación e innovación de nuestras universidades y el talento de nuestros emprendedores fueron factores determinantes para transformar la potencialidad de los santafsinos en proyectos concretos”.
“Hemos transformado la esperanza de inmigrantes y criollos en una realidad de permanente desarrollo”, acotó. E invitó a los santafesinos “a fortalecernos en nuestra historia para afrontar los problemas de nuestro tiempo y saldar las asignaturas que aún quedan pendientes”.
Finalmente, habló de “más diálogo, más trabajo, más participación y más respeto entre todos como claves para seguir construyendo el futuro posible. Por ello seguiremos luchando”, concluyó..
La palabra
La homilía de Monseñor José María Arancedo tampoco fue extensa. Sólo cinco minutos, en los que apeló a recuperar “el valor de la palabra”, al diálogo y a la reconciliación. Tras el Tedeum, y consultado por El Litoral, el obispo marcó que allí radican las principales “falencias” del país.
“Son falencias que tenemos que asumir. La palabra es para nosotros un vínculo de encuentro, de diálogo, de confianza. Cuando la palabra se devalúa, corremos el peligro de encerrarnos. El diálogo -insistió- es necesario. Un diálogo maduro, para encontrar respuestas y proyectar al país”.
Para Arancedo, “la reconciliación, la amistad social y la concordia son elementos que hacen a la base de un país, que quiere salir siempre adelante”. También habló de los valores, y de “la pérdida” de la sanción moral. “Hoy -mencionó-, el éxito a cualquier precio justifica todo. La sanción moral tiene que ser algo que venga de la familia”.
Por último, pidió “seriedad” a la clase dirigente. “Se necesita seriedad en la política y en las reflexiones. Y no confundir; que la gente sepa. Distinguir los niveles en los que tenemos que actuar y ver. Yo no es que deje de ser una persona como obispo, pero hay cosas que no me corresponden”, dijo, en alusión a la farandulización de la política.