Junto a su banda The Revolution, el músico de Minneapolis registró su disco más vendedor, que sigue influyendo hasta el día de hoy. Este fin de semana, su ciudad natal fue escenario de múltiples homenajes.
Desde el viernes y hasta ayer, el centro de Mineápolis estuvo cerrado. La mayor de las ciudades del estado de Minnesota se encontraba tributando a uno de sus hijos pródigos: Prince, a propósito del aniversario número 40 de la publicación de una de las obras maestras no sólo de la cultura pop, sino también de la música en general. El 25 de junio de 1984 apareció Purple Rain, álbum que puso la vara muy alta acerca de la percepción musical. Si bien los artistas norteamericanos de origen afrodescendiente se encargaron de sentar paradigmas culturales en los Estados Unidos, al mismo tiempo que expandían el reclamo de sus derechos civiles, las nueve canciones que originalmente constituyeron ese repertorio se convirtieron en un revolucionario manifiesto sobre la modernidad.
No es fortuito que este disco significara a su vez la consolidación de The Revolution, banda que Prince articuló a fines de los años 70. Aunque su presentación formal se produjo de la mano del álbum 1999 (lanzado en 1982), antesala de Purple Rain. El grupo patentó un menjunje de estilos que tenía en una punta al funk y en la otra a la psicodelia, mientras que en el medio generó una síntesis de R&B, new wave, pop, rock y heavy metal. La conjunción de estos seis músicos (incluyendo a su líder) rendía tributo al legado de Sly Stone, tanto en su estética sonora como en su conformación multirracial. Sin embargo, semejante talento y ego juntos no podía coexistir demasiado tiempo. En 1986, tras su ampliación con integrantes de la banda The Family, lo que se tradujo en un sonido más jazzero, la formación se disolvió.
The Revolution se reunió brevemente en 2012. Y lo volvió a hacer en 2016, a raíz de la muerte de Prince, a los 57 años. El viernes se juntaron una vez más para ser parte de este festejo, una Celebration 2024. “Extrañamos a nuestro comandante en jefe”, se lamentó la guitarrista Wendy Melvoin antes de subir al escenario situado en la sala First Avenue, una especie de trampolín para el artista. La tecladista Lisa Coleman añadió: “Es un poco extraño hacer esas cosas sin él allí”. Razón no le faltó. Durante la actuación, la violera alternó voces principales con el bajista Brown Mark. Por más que estuvieron a la altura de la circunstancia, sobre todo en lo estrictamente musical, se sintió la ausencia de su capitán cuando abrieron el show con “Let’s Go Crazy”.
“Queridos amados, estamos reunidos acá hoy para superar esto llamado ‘vida’. Palabra eléctrica, ‘vida’. Significa para siempre, y eso es mucho tiempo. Pero estoy acá para decirte que hay algo más: el más allá. Un mundo de felicidad sin fin. Siempre podés ver el sol, de día o de noche”. Con esa intensidad arranca “Let’s Go Crazy”, tema de apertura de Purple Rain, donde Prince recita esa intro al estilo de los pastores protestantes. El teclado eclesiástico que la sostiene resiste no sólo al gospel del comienzo, sino también a la new wave en el que termina fluyendo. Si en “Computer Blue” destacó la guitarra incendiaria de Melvoin, al momento de hacer “The Beautiful Ones” ahondaron en el funk robótico que emanaba de los sintetizadores del tecladista Dr. Fink.
Esta encarnación de la banda, que completó el baterista Robert “Bobby Z” Rivki, aparte de no respetar el orden del repertorio del álbum, incluyó en su set “Erotic City”, lado B de “Let’s Go Crazy”. Salvo “Darling Nikki”, revisitaron todo el disco. Además, lo mecharon con otros temas que inmortalizaron juntos, entre los que despuntaron “Automatic”, “1999”, “Kiss” y “Raspberry Beret”. Las 16 canciones que repasaron tuvieron como cierre el funk bólido “Baby I’m a Star”, en el que lució la base rítmica, de la misma forma que la cantante invitada Judith Hill, quien fue corista de Prince (éste fue además coproductor de su debut solista, Back in Time, en 2015). A ella le tocó estar al frente en el bis, que, al igual que en el disco, le puso fin a la performance con el himno “Purple Rain”.
Ese tema de casi 9 minutos es una de las baladas más desgarradoras que se hayan concebido (potenciado por ese solo de guitarra en el minuto 4, que hace las veces de latigazo a las entrañas). Si bien es una mezcla de R&B, gospel y música orquestal, en un principio fue pensada como una canción del género country. Justo por eso, el artista convocó a la cantante Stevie Nicks para escribir la letra juntos. Ella accedió encantada, pero pidió que antes le enviara la música a manera de referencia. Tras prestar atención a los 10 minutos del demo, rechazó la propuesta. Al verse abrumada por lo que había escuchado, se asustó. Entonces la frontwoman de Fleetwood Mac lo llamó por teléfono y le dijo: “No sé por dónde empezar. Esto es demasiado para mí. No puedo hacerlo”.
“Purple Rain” se terminó componiendo con The Revolution. Tras finalizar un ensayo, Prince les contó a sus músicos que tenía un tema para probar. “Es suave”, les advirtió. Según Coleman, él le dio otra forma después de que Wendy comenzara a tocar algunos acordes de guitarra para acompañar: “Estaba emocionado de escucharla con una voz diferente. La sacó de ese sentimiento country. Luego todos empezamos a tocar un poco más fuerte”, recordó la tecladista. En 6 horas ya estaba lista. Si David Bowie había hecho de “Five Years” una romanza sobre el desenlace de una época, acá Prince pudo volcar lo mismo. A su manera. “Cuando hay sangre en el cielo, rojo y azul es igual a púrpura”, explicó. “La lluvia púrpura pertenece al fin del mundo, a estar con la persona que amás y permite que tu fe te guíe”.
En una encuesta realizada en Estados Unidos y Europa, los participantes relacionaron el púrpura con la realeza, la rareza, la piedad, la magia y el misterio. Aunque Prince apeló a esas cualidades tras adoptar su icónico color, la idea la desencadenó una libreta en la que anotaba sus ideas. Y sí: era púrpura. La empezó a usar durante la gira de 1999, donde imaginó una película de corte autobiográfico. Ésta cuenta la historia de The Kid, cantante procedente de una familia desestructurada que canaliza sus problemas a través de la música. Sus managers convencieron al sello para que financiara el film que, para ser su debut en la gran pantalla, no anduvo nada mal: recaudó 70 millones de dólares (se hizo con 7 millones de dólares) y ganó el Oscar en 1985 a “Mejor música original”.
El film se rodó en 1983, con un pie en Los Ángeles y otro en Minneapolis (las escenas de los shows sucedieron en First Avenue, una de las sedes del tributo que se le orquestó durante los últimos 5 días). Dirigida por Albert Magnoli (más tarde hizo algunos videoclips para Prince), la película se estrenó en los cines el 27 de julio de 1984 (en Argentina se pudo ver el 14 de febrero de 1985, en coincidencia con el Día de San Valentín). Y el álbum salió un mes antes. Pese que carece de música propiamente incidental, el disco es considerado una banda de sonido. Se grabó entre julio de 1983 y marzo de 1984 en las ciudades de St. Louis Park, Nueva York y Los Ángeles. Con excepción de “I Would Die 4 U”, “Baby I’m a Star” y “Purple Rain”, grabadas en un recital, en First Avenue, el 3 de agosto de 1983 (luego se modificaron).
Éste fue el sexto álbum de estudio de Prince (su discografía arrancó en 1978 con For You) y el primero que incluyó temas en vivo. Como dato curioso, los dos primeros singles que se desprendieron del repertorio, “When Doves Cry” (el propio artista dirigió su videoclip y fue considerado el sencillo más importante del álbum) y “Let’s Go Crazy” (se cree es una exhortación a seguir la ética cristiana), alcanzaron el primer lugar de la lista de éxitos Billboard Hot 100. Mientras que el tercer corte promocional, el tema que le dio nombre a la película y al álbum, no pudo pasar del segundo puesto. Hubo otros dos singles que se pusieron a circular: “I Would Die 4 U” (llegó al puesto 10 de esa cartelera) y “Take Me with U” (fue publicado en enero de 1985).
The Revolution aparece en los créditos de 6 temas (incluyendo “Purple Rain”), en tanto que Prince se encargó él sólo del entramado de 3. La canción “Take Me with U” fue compuesta originalmente para sus paisanas del grupo Apollonia 6, pero luego decidió dejarla para el soundtrack. “Darling Nikki” tiene un capítulo aparte debido a su contenido explícito. “Conocí a una chica llamada Nikki. Supongo que se podría decir que era un demonio sexual. La conocí en el vestíbulo del hotel masturbándose con una revista”, versa la letra por la que el disco recibió la pegatina de “Parental Advisory” (era el rótulo con el que se advierte que un contenido puede ser ofensivo, y que solía ponerse a los discos de heavy metal y de rap).
De la misma forma que en sus álbumes anteriores, Prince compuso casi todas las canciones. Pero Purple Rain era más denso que esos discos, que se abocaron hacia el R&B y el funk tradicional. De hecho, desde ese entonces se animó a experimentar más. En esa ocasión, hizo énfasis en la performance de la banda, cuyos integrantes siempre reconocieron toda la cancha que les dio para que aportaran ideas. A eso hay que sumar las múltiples capas de guitarras, teclados, efectos de sintetizador electrónico, cajas de ritmos y otros instrumentos que usó. Como banda sonora, gran parte de la música tenía un brillo grandioso e incluso psicodélico. Antes de que el sello mandara el disco a fábrica, el artista manejó dos posibles track list. El primero incluyó los temas “Wednesday” y “Father’s Song”, que reemplazó por “When Doves Cry”.