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Temer al uniforme y vivir para contarlo

Desde barrio Tablada, un puñado de adolescentes realizó un corto audiovisual para retratar su lugar y contar los abusos que sufren a diario por parte de la policía. Los jóvenes entre la violencia institucional y la de sus pares.

Un grupo de adolescentes piensa y dice en primera persona cómo es acostumbrarse a vivir siendo un blanco permanente de la policía. Empezaron preguntándose cómo era ser joven en dictadura, luego quisieron saber la diferencia con ser joven en democracia. Y como si fuera una condición distinta, ahora ellos cuentan cómo es ser joven hoy en su barrio, la Tablada, histórico por su cultura de trabajo, estigmatizado en los últimos años por la violencia. Conjugaron todo eso en un corto audiovisual en el marco del programa Jóvenes y Memoria, reconocido ante dos mil chicos en el Encuentro Nacional de Jóvenes realizado este verano en Chapadmalal con el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.

«La idea surgió a partir de la inquietud de los chicos de saber qué había pasado el 24 de marzo de 1976. Fuimos al Museo de la Memoria y nos invitaron a participar de ese programa de la Comisión por la Memoria de provincia de Buenos Aires, y ellos eligieron para investigar lo más cercano y cotidiano, la relación con la policía», explicaron Esmeralda Garcette y Juan Baleani, educadores del Centro de Convivencia Barrial La Tablada desde la Dirección de Juventud municipal. Ellos coordinaron el trabajo con Javier Balda y Cintia Nicoletta, reuniéndose dos días a la semana en el edificio de dos plantas que se eleva en Necochea 4262 por encima del caserío cubierto de racimos de cables y ropa tendida al sol. «Las propuestas son una excusa, lo más importante es el contacto, que vengan y participen, que se apropien del espacio y se incentiven. Así lograron realizar el documental», tradujo Luciana Binotti, coordinadora del CCB.

La producción transcurre en 10 minutos con formato de videoclip. La llamaron «Mucho palo pa’ que aprenda». En ella avisan que Tablada también es «un barrio donde suceden cosas lindas», capaz de contener a un pibe tocando el trombón a vara, y de juntar una pared leprosa y otra canalla en un pasillo donde, no obstante, algunos pueden caminar y otros prefieren no hacerlo. El territorio tiene límites que el visitante distraído no advierte. El CCB está a medio camino entre calles Ameghino y Centeno, referencias de uno y otro grupo de jóvenes enfrentados desde hace años en una pelea que empezó ﷓cuentan los chicos﷓ por una gorra y que escaló hasta cobrarse algunas vidas, siempre jóvenes, siempre pobres. «Tenemos que cuidarnos de hablar con unos o con otros porque si te ven ya piensan que andás con ellos o con aquellos, o peor, te dicen que sos satélite, el que lleva y trae», explican.

Buenas y malas

«Quisimos mostrar las cosas buenas y malas, porque siempre en el diario nos marcan como una zona roja, pero también pasan cosas buenas. Nos pasa que al salir del barrio nos miran feo. Yo voy a la escuela en Villa Gobernador Gálvez y me han dicho ‘qué raro que sea tan buena persona siendo que vengo de este barrio'», resume Daniela Escobar, una de las realizadoras junto con Nahuel Abasto, Sheila Nuñez, Mauricio Romero, Pablo Oviedo, Brian Romero, Matías Arocha, Ramiro Sandez, Nicolás Alvarez, Agustín Arocha y Catherine Careaga.

En el documental denuncian la práctica policial de interceptarlos de manera constante y cotidiana, sin motivo, y además hacerlo sin respeto. «Por qué la policía se ensañan con nosotros?», se preguntan. «Por qué tienen que insultarlos cuando les hablan? Para imponer su autoridad», acota el docente Gabriel San Sebastián, entrevistado en el video como también el periodista Carlos Del Frade. Este sintetizó el proceso de destrucción de fuentes de empleo en la zona sur, hasta la penetración del narcomenudeo que involucró a jóvenes hasta hacerse rutina cultural. «El sistema no quiere que haya una nueva generación de revolucionarios, entonces los droga o los mata. Y esa es la función que hoy cumple la policía, cuidar el interés de los dueños, contra los pobres como portadores de la delincuencia», expone ante los realizadores en la entrevista.

Ante la cámara ellos ponen la cara y la palabra, sin vueltas ni pausa: «Uno se persigue porque aunque no hagamos nada nos paran igual, a cualquiera, y nos llevan; no importa si estamos haciendo algo o no. Y te perseguís no porque tenés algo encima, sino porque sabés que te van a maltratar». «Nos paran, nos revisan y nos meten en una causa que no tenemos nada que ver». «Da bronca porque tratan mal, aunque no tengamos nada en contra, nos bardean igual. Ni hablar si andamos con la visera puesta». «La policía se la agarra más con los varones, pero a las chicas también nos paran». «Un día estábamos tomando una coca y la policía vino y de la nada empezó a pegarnos cocazos». «Por estar fumando marihuana nos cagaron a palos». «La policía te patea los tobillos para revisarte». «Te pegan primero, y después te preguntan». «Y si te largan: andate y no jodas». Un testimonio tras otro, vivencias propias y cercanas, relatos editados sobre los temidos encuentros con la fuerza policial.

La presencia de fuerzas federales desde abril hizo recrudecer los abusos, ahora desde uniformes distintos. Pero a la vez, señalan cierta ambigüedad de conclusiones. «Desde que está Gendarmería es peor, nos persiguen mal, pero a la vez está bien porque antes los chicos salían y se ponían a tirar tiros. Nosotros no podíamos salir a la calle. Ahora estamos saliendo y está más tranquilo todo, pero también nos paran a nosotros», cuentan en coro, y se refieren a otros jóvenes como ellos con quienes asistieron a la escuela, jugaron juntos alguna vez y se conocen del barrio, pero con quienes ya no hay diálogo posible, según coinciden en describir. «Ellos están en otro nivel, andan con armas, la droga. Nosotros tenemos que estar encerrados en nuestra casa para no salir lastimados. Desde que están los gendarmes eso ya no pasa, pero a la vez hay maltrato. Mejoró la cosa porque no hay problemas en el barrio, pero a la vez ellos nos maltratan igual», cuentan.

Reconocidos

Juntos, y gracias a este proyecto, conocieron el mar el verano pasado, al participar del Encuentro Nacional de Jóvenes en Chapadmalal, adonde mostraron el video y se ganaron el reconocimiento del Nobel Adolfo Pérez Esquivel. Esta semana los recibió la intendenta Mónica Fein, para inaugurar una ronda de reuniones quincenales con distintos grupos juveniles. «La ciudad debe estar orgullosa de tener jóvenes como ustedes, que tengan en claro que nadie puede prepearlos, que deben escucharlos y respetarlos», dijo la jefa municipal.

En el barrio «Mucho palo pa’ que aprenda» ya es conocido. Lo proyectaron en las escuelas, y llegaron incluso a sembrar el debate en una escuela de Las Flores. También este año seleccionaron el video para exhibirse en el festival de Cine a la Vista, el primero para adolescentes que se realizó en San Martín de los Andes.

El documental culmina con la enumeración de todo lo que un joven debe saber ante un encuentro con personal policial. «No te deben encerrar junto a otros detenidos. Si tenés documentos no te pueden detener. No pueden detenerte por más de 6 horas. No te pueden dejar incomunicado. No te deben pegar ni maltratar», y otras obligaciones por el estilo que no se cumplen.

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