El pensador más leído del mundo publica ’21 lecciones para el siglo XXI’ (Debate), un ensayo en el que trata temas como la disrupción tecnológica, el nacionalismo o la posverdad
Hablar con un todólogo que encima juega a ser adivino genera cierto recelo. Quizás porque el futuro nunca pide cuentas a quienes se equivocaron al vaticinarlo. Más aún cuando vivimos en la Era del gurú, sea tecnológico, político o periodístico (nunca profesión alguna tuvo tantos quirománticos como ahora), y eso hay que asumirlo. Yuval Noah Harari (Kiryat Atta, Israel, 1976) es el pensador/divulgador más influyente de la actualidad, aunque uno aún no sabe si estamos ante una Casandra con visiones apocalípticas o un vendedor de humo de maneras sofisticadas. Lo cierto es que Harari tiene el gran mérito de transformar el ensayo antropológico en un producto mainstream. Avalado por 15 millones de libros vendidos (750.000 en español) y fans como Barack Obama, Mark Zuckerberg o Bill Gates, publica a escala mundial sus 21 lecciones para el siglo XXI (editado por Debate y, en catalán, por Edicions 62). La expectación es enorme.Quien era hace poco un autor de contacto asequible, ahora es un fenómeno editorial con blindaje de futbolista o cantante pop. Según su agente, tiene en cartera 400 peticiones de entrevistas. Tras una selección, contesta de forma presencial, en Israel, o vía email. Siempre con un kilometraje medido de tiempo y espacio. Un control de esfuerzo que exige previamente decir qué extensión deben tener sus respuestas. Es el puzle de la promoción, el gulag del hacedor de bestsellers. Puede que Harari sea ya el ciborg que aventura que todos seremos -medio humano, medio máquina-, que haya asumido la conciencia (y consciencia) de lo que representa. Se lo preguntamos.«Uno de los grandes principios de la ciencia es que si no sabes algo, hay que decir ‘no sé’. Hay que reconocer que aún no somos capaces de entender la conciencia. No deberíamos inventar historias para cubrir nuestra ignorancia afirmando, por ejemplo. que es la chispa mágica concedida por Dios», dice.
Harari es ateo, gay, rico y vegano. Cuando escribe lo hace con caligrafía universal, sin distinción de razas, credos o equipos de fútbol. Habla del destino del ser humano como un profeta en el desierto de Judea. Pero el mundo, aunque lo lea, no va todavía a su ritmo. Trump ha rescatado el ombliguismo estadounidense, Europa está formada con muchos gobiernos que no creen en ella y los flujos migratorios de África y Venezuela son taponados con leyes y barreras.
La gente vuelve a creer que el nacionalismo puede resolver mejor sus problemas…
Se equivocan. Los tres mayores desafíos de la humanidad son la guerra nuclear, el cambio climático y la disrupción tecnológica. Sólo pueden afrontarse con cooperación. Ninguna nación puede detener sola el calentamiento global o la guerra nuclear y tampoco regular la bioingeniería o la inteligencia artificial. Si China reduce las emisiones de gases de efecto invernadero mientras Estados Unidos no lo hace, no será suficiente. Igual que si la Unión Europea prohíbe los superhumanos nacidos de la ingeniería genética mientras Rusia o Corea apoyan esta investigación.
Es difícil para el ciudadano tener una perspectiva sobre temas tan complejos más aún cuando vivimos rodeados de desinformación.
Para protegernos de la desinformación primero debemos conocer nuestras propias debilidades. Los troles [quienes polemizan y difaman en las redes sociales] que se dedican a lanzar noticias falsas siguen el lema dividir y gobernar. Ya sea en los EEUU, Francia o España, ellos intentan encontrar algún fisura para inflamar el pensamiento colectivo. No pueden crear miedo o odio de la nada, pero cuando descubren lo que la gente ya teme y odia, aprietan botones emocionales que disparan nuestra furia.
¿Cómo lo solucionamos?
Pongamos el ejemplo de la inmigración. Los troles propagan una noticia falsa sobre inmigrantes que violan a mujeres locales. Como ya estás preparado para creer esas historias, ni siquiera te vas a molestar en contrastar la información. Y, al contrario, si eres de los que crees que las personas que se oponen a la inmigración son idiotas fascistas, los troles te mostrarán una fake new sobre racistas pegando a inmigrantes. Y también te la creerás. Para salvar el sistema democrático, antes es necesario conocer nuestras debilidades, nuestros miedos y nuestros odios.
Si la tecnología influye en nuestras elecciones políticas, la automatización va a revolucionar el mercado laboral. ¿Es inevitable la ‘sociedad de inútiles’ que usted predica?
Dependerá de lo que hagan individuos y gobiernos. La automatización destruirá algunos trabajos, pero también creará otros nuevos. La pregunta es si la gente tendrá las habilidades para desarrollarlos. Imaginemos a una mujer de 40 años que pierde su trabajo porque un robot lo hace mejor. Obviamente necesitará reciclarse, pero, quién la ayudará mientras lo hace. Para afrontar estos cambios tan bruscos, los gobiernos han de proteger a los humanos, no a los empleos en sí, con formación y prestaciones.
Sobre ese ejemplo que ha puesto, ¿cree que en el siglo XXI se alcanzará la igualdad real de género?
Es poco probable que hombres y mujeres alcancen la igualdad total. En lugar de una división rígida y binaria, los humanos se moverán cada vez más sobre un amplio espectro de identidades de género. En el futuro, por la mañana podrás ser un hombre heterosexual y por la tarde convertirte en un transexual bisexual en un juego de realidad virtual en 3D.
Harari vive con su marido en un mushavl, una comunidad rural similar al kibutz. Hace cinco años era un anónimo profesor de Historia medieval de la Universidad Hebrea de Jerusalén que escribió una historia de la humanidad (una de tantas que parecía destinada a la sección de saldos de cualquier librería israelí) tituladaSapiens. De animales a dioses. Sin embargo, sus conclusiones radicales y un estilo elegante y divulgativo lo hicieron irresistible, primero en Israel y luego en el mundo. Poco después, Harari publicó Homo Deus (también en Debate) y de la noche a la mañana pasó de ser un gurú de nuestro pasado a uno del futuro. Sus profecías dicen que el ser humano será inmortal gracias a la inteligencia artificial y la biotecnología. En el universo Harari, las masas tendrá sus necesidades cubiertas, bajo el yugo de una élite tecnológica. No nos espera un mundo muy feliz. En 21 lecciones para el siglo XXI el escritor se atreve a tocar todos los temas: educación, posverdad, terrorismo, Dios… Da la impresión de que ahora se va a convertir en el gurú del presente continuo.
¿Está en peligro nuestro libre albedrío con el big data?
El big data [recolección y análisis de ingentes cantidades de datos para obtener conclusiones concretas] podría derivar en una dictadura digital. En el pasado, nadie tenía suficiente conocimiento biológico ni el poder para hackear personas. Si la Inquisición o la policía secreta franquista le hubiera vigilado día y noche, jamás habría averiguado lo que pensaba. Pero en el futuro, la tecnología sí podrá hacerlo. Gracias a sistemas que combinan biología e inteligencia artificial se podrá manipular a las personas con una eficiencia sin precedentes…
Hoy ya hay agentes todopoderosos como Google y Facebook que saben lo que nos gusta…
Cualquiera que acumule demasiados datos sin rendir cuentas es demasiado poderoso. Eso es cierto para Google y Facebook, y también lo es para el FSB [servicio de inteligencia ruso] y el Partido Comunista Chino. Los datos se han convertido en el activo más importante del mundo. En la Antigüedad, la tierra era el más importante. La política era una lucha para controlarla y cuando se concentraba en muy pocas manos, la sociedad se dividía en aristócratas y plebeyos. En los últimos 200 años, las máquinas y las fábricas se volvieron más importantes que la tierra, y las luchas políticas se centraron en su dominio. Entonces la sociedad se dividió en capitalistas (pocos) y proletarios (muchos). En el siglo XXI, el bien más preciado va a ser la información. Si ésta es controlada por una élite, la humanidad podría dividirse no en clases, sino en diferentes especies.
En Occidente la religión y la ideología han perdido muchísima influencia. ¿Hacia dónde se dirige la moral?
La moral significa básicamente tratar de reducir el sufrimiento en el mundo. Los ciudadanos de una sociedad aconfesional se abstienen de asesinar no porque algún libro lo prohíba, sino porque el asesinato inflige inmenso sufrimiento a los seres conscientes. Hay algo profundamente preocupante en las personas que evitan matar sólo porque ‘Dios así lo dice’. Están motivadas por la obediencia en lugar de la compasión,. ¿Qué van a hacer si llegan a creer que su dios ordena matar a herejes, brujas o mujeres? Por supuesto, en ausencia de mandamientos divinos absolutos, la ética secular a menudo se enfrenta a grandes dilemas. ¿Qué sucede cuando la misma acción lastima a una persona pero ayuda a otra? ¿Es ético imponer impuestos altos a los ricos para ayudar a los pobres? ¿Hay que librar una guerra con el fin de eliminar a un dictador sanguinario? Cuando los seculares se plantean estas cuestiones, no se preguntan: ‘¿Qué manda Dios?’. Se sopesan los sentimientos de todas las partes y se busca un camino intermedio que cause el menor daño posible.
Sobre la violencia, resulta curioso que en contra de lo que piensa la gente, vivimos en uno de los periodos más pacíficos de la Historia. ¿Veremos el fin de la guerra como la conocemos?
Confío en ello, pero como historiador sé que nunca debemos subestimar la estupidez humana.