Vecinos de barrio La Loma denunciaron a quien sería el dueño de un arsenal. Su nombre es conocido por fuerzas policiales y funcionarios estatales, pero nadie lo investiga formalmente. Amenazas, crecimiento económico y negocio narco.
Los allanamientos realizados la semana pasada en barrio La Loma respondieron a una realidad que fue registrada por tareas de inteligencia de personal de la Agencia de Investigación Criminal (AIC). El clima de zozobra descripto por los vecinos fue aterrador. En el barrio, hace un tiempo, pisa fuerte un delincuente muy violento al que todos conocen: “El Javi”. Un joven que en poco tiempo pudo hacerse un lugar en el mundo criminal. La información de calle registrada por los investigadores llevaba la atención a un par de domicilios en donde los vecinos señalaban como casas operativas o de almacenamientos de armas, una de ellas incluso que suele habitar el investigado, al que todos conocen como “Javi”. Con esos datos, los fiscales Sebastián Azeifert y Arturo Haidar pidieron una serie de allanamientos hace una seman, con la aprobación de la jueza Susana Luna.
En un domicilio allanado de Tercer Pasaje, entre Castelli y Zeballos los policías secuestraron una pistola Bersa, calibre 9mm, un cargador con capacidad para 17 cartuchos, dos cargadores de 9 mm con capacidad para 30 cartuchos, 69 cartuchos de 9mm, un arma de fuego sin inscripción ni numeración con culata de madera. El morador quedó detenido.
En otro domicilio de la zona, ocupado por un hombre de 35 años, se secuestró una escopeta calibre 12, cartuchos para la misma de la marca Orbea. En otra vivienda, todas del lado este del punto cardinal, se halló una escopeta desarmada y cartuchos de color rojo para ser usados. También quedó detenido quien se encontraba en la casa. Un cuarto lugar allanado no tuvo como resultado el secuestro de armas, aunque sí la existencia de muchos “bollitos” o “tubitos” de dinero en pesos de baja denominación, unidos con cintas o gomitas elásticas. Algunos de ellos estaban dentro de un freezer. Los pesquisas creen que esa presencia de debe a que en el lugar funciona o funcionada un kiosco de venta de drogas, además de un centro de almacenamiento de armas, dado que es intenso la entrada y salida del lugar con personas cargando bolsos en horas de la noche. “Hay sospechas que en el lugar se vende drogas, tal vez se filtró que se iba a allanar y no hicieron tiempo para llevarse todo”, arriesga un comisario con experiencia.
Los vecinos de La Loma, muy castigado por la falta de oportunidades de sus jóvenes, relataron a este cronista que “Javi pocas veces viene hasta el barrio, tiene casas operativas en el centro, en la zona norte y en Rafaela”. También refieren que en el último tiempo se diversificó y su crecimiento económico fue exponencial. Suelen verlo en una Ford Ranger o en un Bora. Aseguran que en los últimos meses montó un negocio de provisión de bebidas y alimentos en el norte de la ciudad para justificar sus ingresos. Todas las secciones antinarcóticos federales y provinciales lo tienen en carpeta, pero nadie lo investiga por la presunta venta de drogas. Incluso, últimamente, habría establecido una sociedad con paranaenses para la provisión, estiramiento y comercialización de drogas. En el MPA conocen de su existencia. En la Unidad de Homicidios escucharon su nombre al día siguiente del doble crimen de los hermanos Coria, en mayo pasado. Su posible participación en ese terrible hecho no fue explorada y los familiares de los muchachos que sobrevivieron a las balas son amenazados constantemente.
El crimen de los hermanos Coria
El 15 de mayo pasado, un grupo de personas arribó en una Ford Raptor color Champagne a una vivienda ubicada en Espora al 5100 en pleno barrio Cabal y dispararon si reparos a los hermanos Juan (de 34 años ) y Ezequiel Coria (de 29). El primero murió en el acto. El más joven, al día siguiente. Leandro Ezequiel ya conocía la experiencia de sentir la quemazón de un proyectil en el cuerpo. El 9 de marzo de 2018 fue baleado en las piernas a la salida de un boliche en la ciudad de Paraná, en la popular zona de barrio El Thompson. A las 5.30, sin mediar mucho reparo, Pablo “Pela” Olivera, de 23 años, disparó contra Coria y un amigo que lo acompaño al baile, llamado Emiliano Rodríguez, que murió en el lugar. Coria, fue el principal testigo del crimen, identificó a Olivera, sobrino del ex jefe de la barra brava del club Patronato, preso por diversa causas, algunas de ellas relacionadas a la venta de drogas. Por los hechos graves que se le imputaron “Pela” cerró un juicio abreviado por 11 años de cárcel con la justicia entrerriana, que homologó el acuerdo el 19 de marzo, pero del año siguiente del hecho violento. Coria contó a quien quiera oírlo que el hecho de Paraná se relacionó a una pelea dentro del boliche, en donde Olivera intentó propasarse con una chica que acompañaba a Rodríguez, y allí se insultaron. “Pela” prometió verlo a la salida para “aclarar los tantos”. Los santafesinos no imaginaban que eso no pasaría de un par de empujones e insultos. Leandro Ezequiel no pudo recuperarse nunca de las lesiones en las piernas, pisaba con dificultad, rengueaba al pisar. Por eso, a veces le ayudaba a “Pipi”, su hermano Juan, en la pequeña empresa de construcción con la que habían empezado hace unos años con el padre de ambos, albañil de barrio Cabal, y habían tenido buenos dividendos. Sus destrezas en el rubro de la construcción le permitieron levantar con sus manos algunas casas familiares sólo con el costo de los materiales. Leandro Ezequiel alternaba con otros oficios menos sacrificados. Cambiaba divisas a baja escala – pesos por dólares- una actividad que empezaba a crecer en el barrio.
El sábado 15 de mayo, cuando 4 hombres bajaron “enfierrados” de la Ford Raptor color beige, la escena vivida sólo pudo compararse con series de Netflix, del estilo “Narcos”. Los matones descendieron de la chata e ingresaron a la vivienda donde estaban los Coria. En el lugar la policía encontraría luego más de 20 vainas servidas y casi un kilo de cocaína. Los familiares directos llegaron a ver a los sicarios, uno de ellos salió por el portón de la vivienda con el arma en la mano. “Le dijimos al fiscal y a la policía que el que tenía la pistola en la mano era ‘Javi”, dicen los cercanos a la familia de los muertos, con miedo a la represalia. “Javi” es el mismo que es sindicado como el dueño de las armas en barrio La Loma, donde fue el allanamiento de la Brigada Operativa de la AIC de la semana pasada con buenos resultados. La hipótesis que en el barrio circula es que los hermanos asesinados debían un dinero a “Javi” y que éste fue al rescate de su plata, movido por un dato aún no corroborado: la existencia de una cantidad enorme de pesos en la casa de barrio Cabal producto de la venta de una casa por la zona. “Javi” está en el radar de la Birgada Antinarcóticos, “pero es un intocable”, comenta un pesquisa con experiencia dentro de la Agencia de Investigación Criminal, ex PDI. El crimen de los Coria quedó en manos del fiscal de Homicidios Martín Torres, que tuvo escasos avances en la causa, producto entre otras cosas del terror que genera “Javi” en los vecinos y la familia. Torres recibió la semana pasada a familiares directos de los asesinados. Cuatro meses después del hecho criminal se enteró del levantamiento de la custodia a una persona amenazada por “Javi”. El fiscal dispuso la restitución de la seguridad. Por el hallazgo de la cocaína en el lugar se notificó a la justicia federal. En el barrio La Loma los vecinos se dividen entre los que le tienen pánico a “Javi” o los que trabajan para él. “Tiene dos ‘metra’, una 9mm y una 11mm y anda siempre con un pariente muy tira tiros”, resume un investigador policial que lo conoce.
El negocio narco
Uno de los motivos del crecimiento patrimonial de “Javi” obedecería a su incursión en el mundo narco. Para ello, explican algunos investigadores en actividad, selló una alianza con santafesino que vivió hasta el año pasado en Paraná y que regresó Santa Fe luego del triple crimen con sello mafioso que sacudió la modorra de la siesta de domingo el 15 de noviembre del año pasado en la capital entrerriana. Ese día, dos sicarios en moto terminaron con la vida de Laureano Morales, de 20 años; Germán Herlein, de 32; y Cristian Barreto, de 43 años, que fueron asesinados a balazos en calle Las Camelias, entre Ovidio Lagos y Mihura. Por ese hecho hay un detenido.
Al “paranaense”, más experto en el arte del robo calificado que en el mundo de la droga, lo vincularon siempre con Germán Velásquez, el prófugo de la justicia federal que formaba parte de la banda de Luis Paz, justamente enjuiciada por estos días. Velásquez, a quien algunas fuentes “del ambiente” lo ubican en Brasil, fue mano derecha de Paz y quien albergó al rosarino Milton Damario en Paraná y Oro Verde cuando a la banda de Los Monos lo perseguía por considerarlo uno de los asesinos del Pájaro Cantero. El día que Damario fue detenido en una estación de Servicios en Santo Tomé en 2013 iba acompañado por Velásquez, que en ese momento no tenía ninguna cuenta pendiente con la ley. Quien es sindicado como el nuevo socio de “Javi” en Santa Fe habría sido el que “aguantó” una temporada a Velásquez en un chalet de la costa atlántica, cuando era buscado por la policía federal bajo las órdenes de la justicia federal santafesina, entre diciembre de 2018 y el verano siguiente.
Otro de los integrantes de la entente sería un tal “Cachi”, un joven de 31 años que supo ser la mano derecha de Vicente Pignata, el último gran narco que tuvo la región. Pignata está prófugo de la justicia desde hace más de dos años y, en teoría se encuentra en Paraguay digitando desde allí parte del negocio local. Lo ayudan algunos ex integrantes de la fuerza que acompasaron su crecimiento entre 2012 y 2013 desde la vieja Agrupación de Unidades Especiales (AUE). Algunos de ellos fueron presos por esos lazos corruptos.
“Cachi” conoce el negocio, maneja una importante cantidad de dinero que suele invertirlo en las carreras de caballos. Se movía hasta hace poco en una Hilux roja que estacionaba frente al Jockey, en calle Urquiza al 1600 de Santa Fe. Tiene una casa quinta sobre la ruta 1 y un departamento en Puerto Amarras, uno de los lugares más caros para vivir. La justicia federal lo tuvo en la mira en los últimos tiempos pero no pudieron detenerlo por diversos motivos. Más recientemente por la falla “de último momento” en una vigilancia que estaba a cargo de la sección inteligencia de la Brigada antinarcóticos de la AIC, entonces a cargo del multi cuestionado comisario Marcelo Cruz, que fue reemplazado luego de una serie de eventos poco claros detectados por jueces y fiscales federales. Aunque en términos administrativos está fuera de la estructura antidrogas de la provincia muchos los señalan, junto a un comisario de apellido Mansilla, como la referencia del centro norte que tiene el Director de la Agencia de Investigación Criminal del ministerio de Seguridad de Santa Fe, Rodolfo “Coqui” Gallardo, un ex jefe de la Policía de Seguridad Aeroportuaria que llegó a Santa Fe de la mano de Marcelo Saín. Gallardo se especializó en narcotráfico y tuvo durante un tiempo largo a cargo la Zona Litoral de la PSA. En ese paso conoció a muchos de los actores de la policía santafesina que hoy tienen cargos claves.
Autor: H.M.G (contacto@zonacriticaonline.com)