La defensora provincial y cinco diputados ingresaron a la penitenciaría santafesina y constataron graves falencias: problemas edilicios, sobrepoblación y hasta falta de comida, entre otras.
La defensora provincial, Jaquelina Ana Balangione, realizó este martes junto a cinco diputados provinciales una inspección no anunciada en el establecimiento penitenciario de Las Flores para conocer la situación en que se encuentran las instalaciones.
Acompañaron a la funcionaria los legisladores Lionella Cattalini (PS), Matilde Bruera (Lealtad Kirchnerista), Agustina Donnet (Igualdad); Juan Cruz Cándido (UCR- Evolución) y Carlos Del Frade (Frente Social y Popular). Todos ellos forman parte de la Comisión de Derechos y Garantías de la Cámara baja.
Los diputados de la Comisión de Derechos y Garantías acompañaron a la defensora provincial Jaquelina Ana Balangione en la visita sorpresa.
«La impresión que nos llevamos de la inspección es sumamente negativa. Las condiciones de detención que vimos son prácticamente infrahumanas. Denotan una total falta de inversión por parte del Poder Ejecutivo que es muy notoria. Lo que vimos es el resultado de la no gestión, más grave aún teniendo en cuenta que existe una Ley marco de emergencia en seguridad y del Servicio Penitenciario con presupuestos que no han sido ejecutados y obras para ampliar plazas -que habían prometido inaugurar en octubre de este año- pero que recién están empezando, según lo que pudimos observar hoy», dijo Cattalini.
Al concluir la visita, la legisladora socialista, impulsora de la iniciativa para acompañar la dinámica de las inspecciones de la Defensoría Provincial remarcó: «El Ejecutivo se comprometió a mejorar las condiciones de detención y generar licitaciones para mejoras estructurales que reduzcan la superpoblación de cárceles. En Las Flores la cantidad de detenidos supera en un 30 por ciento su capacidad. El abandono es total, cárceles en estas condiciones son un caldo de cultivo para propagar el delito en la provincia, en lugar de contenerlo».
Por su parte, el diputado Cándido calificó a la cárcel como un «desastre» y detalló: «Hay muchos problemas de infraestructura. No hay energía eléctrica en algunos pabellones. Hay pérdidas de agua y problemas de desagües. Nos encontramos con inconvenientes en la provisión de comida, algo que habíamos advertido en su momento. Faltó hasta el pan, porque no había harina en el Iapip (Instituto Autárquico Provincial de Industria Penitenciaria). Es muy compleja la situación. Las obras van lentas. Iban a estar listas para septiembre u octubre, el nuevo pabellón, y no están ni los cimientos. Sí viene con más velocidad la parte de adelante, pero lo otro está todo por hacerse.
Los legisladores constataron que faltó comida, «hasta el pan», porque no había harina para fabricarlo.
A su turno, Del Frade señaló que «después de recorrer el pabellón de reparos, el de ofensores sexuales y la cocina del penal, tenemos la certeza de que las cárceles no pueden rehabilitar a nadie y que, al contrario, degradan y humillan a cualquier persona, cualquiera haya sido el delito cometido. Porque una cosa es la justicia y las condenas por los delitos cometidos y otra distinta es una forma de venganza cotidiana que tiende a la eliminación de la dignidad. Celdas sin electricidad, húmedas, sin agua ni retretes son la geografía cotidiana en la que las personas detenidas quedan muy lejos del texto constitucional que promete la mencionada resocialización».
Finalmente, Bruera disparó: «Lamentablemente, para mi que he recorrido cárceles toda mi vida nada de lo que vi es novedoso, aunque sí espantoso. Hay mucha sobrepoblación en Santa Fe. El nuevo sistema penal triplicó la población en pocos años. El de la penitenciaría de Las Flores no es el peor caso. Hay 1.300 presos, de los cuales 400 no tienen condena, un tercio. El promedio de procesados recluidos en toda la provincia es de un 40 por ciento».
Los problemas edilicios son severos.
«Las condiciones son inhumanas. Visitamos el pabellón de presos de máxima seguridad. Lo que los presos llaman «buzones», que son verdaderos instrumentos de tortura. Son celdas pequeñas donde los internos están aislados y en condiciones infrahumanas. Habría que desalojar esas celdas. Hay un protocolo que regula eso y no se cumple. Los presos están sin colchones, ni sábanas, ni frazadas, ni ropa de cama. No tienen luz, ni agua. Algunos, no tienen baños y los que los tienen son de condiciones muy precarias. Se desesperaron para hablar con nosotros cuando nos acercamos. Es desesperante la situación de esta gente. Algunos de ellos no reciben visitas», concluyó.