Las imputaciones se basan en cinco denuncias presentadas por adolescentes. No descartan más casos
Un entrenador de triatlón y atleta de la ciudad de Rincón y su pareja fueron imputados ayer de cinco hechos de abuso sexual agravado y promoción a la corrupción de menores ya que las víctimas tienen entre 11 y 15 años. Fuentes del Ministerio Público de la Acusación (MPA) consignaron que el fiscal Matías Broggi los imputó ante la jueza Sandra Valenti, de la capital provincial.
Los imputados fueron identificados por sus iniciales WSR, de 42 años, y su pareja, una mujer identificada como SNA, de 30, quien colaboraba con él en los entrenamientos. Según las cinco denuncias recabadas hasta el momento se trata de dos casos de abuso sexual simple y tres con acceso carnal en los que la mujer fue imputada como partícipe necesario. Todos son casos agravados por el rol educativo que ejercían los sospechosos.
Los hechos imputados fueron basados en cinco denuncias. Las víctimas en su mayoría tenían entre 11 y 15 años, la más grande sufrió abusos sexuales simples hasta los 18. Según el fiscal los abusos eran cometidos en el contexto de los entrenamientos: en la casa de los imputados, en la playa de Rincón cuando practicaban natación y en contexto de viajes realizados para practicar triatlón.
Las denuncias conmocionaron a la ciudad de Rincón, cercana a la capital santafesina. “Les confiamos a nuestros hijos y ellos traicionaron a todo el pueblo”, dijo la madre de una víctima.
Según se ventiló en la audiencia imputativa una de las víctimas contó que la primera vez que abusaron de ella, cuando tenía 13 años, fue una noche que se quedó a dormir porque al otro día debían viajar temprano a una competencia en Entre Ríos. Tras ese testimonio comenzaron a llamar a otros chicos y chicas que asistían a los entrenamientos como testigos.
Además de los abusos en la casa, las chicas narraron situaciones cotidianas de los entrenamientos. “Siempre nos decían qué ropa teníamos que usar, incluso nos llevaban mallas más chicas”. Otra víctima contó que en ocasiones con la corriente del río se iba más lejos y cuando las buscaba para traerlas hasta la orilla el hombre la manoseaba. “Todos sabíamos que había algo raro pero estaba como naturalizado y aparte éramos chicos como para saber que lo que hacía esa persona mayor a cargo estaba mal”, agregó una de las víctimas.