El capo cayó en enero pasado, enfermo terminal de cáncer. Condujo su imperio criminal desde las sombras con un entorno de protección
Tras una agonía de varios días, murió este domingo el jefe de la Mafia siciliana Matteo Messina Denaro, último de la generación de los grandes atentados explosivos y matanzas a inicios de los años 90. «Maté gente como para llenar un cementerio», solía decir. Estuvo prófugo durante 30 años, como jefe en las sombras de la Cosa Nostra. Cayó detenido en enero pasado, al irse a tratar de su cáncer de colon a una clínica. Murió en un hospital de la ciudad de L’Aquila.
Messina Denaro pasó los últimos meses de su vida en la «súpercarcel» de L’Aquila, especialmente diseñada para aislar a los mafiosos. Messina Denaro tenía 62 años y representó una etapa superadora del largo reinado de Totó Riina, jefe de la Mafia que a inicios de los 90 entabló una verdadera guerra contra el Estado mediante brutales atentados explosivos, como el que mató al juez Giovanni Falcone en Sicilia.
Messina padecía un grave cáncer de colon que le fue diagnosticado cuando estaba en la clandestinidad, a finales de 2020. Messina Denaro ingresó en la «supercárcel» de L’Aquila pocas horas después de su detención el 16 de enero pasado. Así terminaron 30 años de búsquedas y fugas. La Fiscalía de Palermo solicitó y obtuvo inmediatamente para él la aplicación del 41 bis, un artículo del código penal italiano especialmente pensado para condenar de manera perpetua a los capos de la Mafia y someterlos a aislamiento total en prisión. Sin otro acceso que abogados y parientes estrechamente vigilados, se les hace imposible comunicarse con el exterior y dar órdenes a sus hombres. Esta fue la suerte que tuvo Totó Riina, quien vio cómo en el régimen de cárcel «dura», su poder se diluía al no poder enviar órdenes a su ejército clandestino.
Cayó preso un mafioso luego de 30 años
Fue el cáncer de colon lo que puso a los Carabineros y a la Fiscalía de Palermo tras la pista del capo. Tras su captura, Messina Denaro se sometió a quimioterapia en la cárcel de L’Aquila, donde se instaló una enfermería junto a su celda. Un equipo de oncólogos y enfermeras del hospital regional controlaba constantemente al paciente, que estaba en estado muy grave. En los nueve meses de detención, el «padrino de Castelvetrano» fue sometido a dos operaciones quirúrgicas relacionadas con complicaciones del cáncer. Nunca se recuperó de la última, hasta el punto de que los médicos decidieron no devolverlo a la cárcel, sino tratarlo en una sala de máxima seguridad del hospital, tratándolo con terapia analgésica y sedándolo después.
Antes de perder el conocimiento, se reunió con algunos miembros de su familia y dio su apellido a su hija Lorenza Alagna, a la que había tenido mientras estaba prófugo y nunca había reconocido. La chica, que había visto a su padre por primera vez en la cárcel en abril, junto con una de las hermanas del líder mafioso y su sobrina Lorenza Guttadauro, que también es la defensora del capo, ha estado junto a su cama en los últimos días.
El viernes, en virtud del «testamento vital» dejado por el capo, que se negó a la «obstinación terapéutica», se le cortó el suministro de alimentos y se lo declaró en coma irreversible. En los últimos días, el departamento de Salud de L’Aquila empezó a organizar las fases posteriores a la muerte del jefe y las de devolución del cuerpo a su familia. Pero la Fiscalía de L’Aquila, de acuerdo con la Fiscalía de Palermo, ha ordenado la autopsia del cadáver.hora, bien ¿cómo fue que estuvo prófugo durante 30 años sin salir jamás de Italia?
«Lo agarraremos tarde o temprano» repetían los investigadores cada vez que se les planteaba este interrogante. En la promesa de acabar con la condición de prófugo de Matteo Messina Denaro se han ejercitado en los últimos años ministros del Interior, investigadores y magistrados. El último prófugo de Cosa Nostra, de 62 años, detenido el 16 de enero, se había escondido inmediatamente después de la captura de Totó Riina, hace treinta años.
Prófugo, fue padre dos veces. De la hija se sabe todo: su nombre, su madre, las decisiones que la llevaron a separar su vida de la pesada sombra de un padre al que nunca vio hasta que cayó preso. Pasó su infancia y adolescencia en casa de su abuela, luego cambió de residencia con su madre: no es fácil vivir con el estrés de los allanamientos, los controles y las redadas policiales.
Lo poco que se sabe del otro hijo, sin embargo, que se ha filtrado de las escuchas telefónicas, es que se llama Francesco, como el viejo patriarca de la dinastía, y nació entre 2004 y 2005 en esa parte de la provincia de Trapani, entre Castelvetrano y Partanna, donde Matteo Messina Denaro construyó su poder económico y criminal. Trapani es la provincia más occidental de la isla de Sicilia.
Cuidadoso a la hora de administrar su fuga, y de protegerla con un sinfín de flanqueadores, uno de los capos más buscados del mundo sólo ha dejado tras de sí la imagen de un playboy implacable con Ray Bans, camisas de diseño y outfits casuals.
Y tras esta imagen, un reguero de leyendas: gran conquistador de corazones femeninos, amante de Porsches y Rolex de oro, maniático de los videojuegos, ávido consumidor de cómics. De uno sobre todo: Diabolik, de quien tomó prestado su apodo, con el que lo llamaban sus fieles. Otro más le pusieron sus biógrafos: «U siccu», en dialecto: «cabeza de agua», es decir, la fuente inagotable de un río subterráneo.
Incluso en sus apodos, Matteo Messina Denaro encarnaba la doble cara de un líder capaz de combinar la dimensión tradicional y familiar de la mafia con su versión más moderna. El padrino de Castelvetrano siempre se movió entre la ferocidad criminal y el pragmatismo político. Por eso se le consideraba el heredero de Bernardo Provenzano, pero sobre todo de su padre, Don Ciccio, otro capo de la nomenclatura tradicional que murió prófugo en 1998.
Cuando el viejo patriarca desapareció, al joven Matteo ya se le había perdido la pista desde hacía cinco años. En 1993, incluso antes de que se viera implicado en las investigaciones sobre las matanzas de aquellos años. Y desde entonces «Diabolik» siempre había conseguido, a veces con afortunadas acrobacias dignas del personaje de dibujos animados, escapar de la trampa. Se había puesto sobre él una recompensa de un millón y medio de euros, pero para aislarlo y quitarle su entorno protector, los investigadores habían estrechado la red de partidarios hasta convertirla en una tenaza mortal. Ni siquiera sus familiares se salvaron: su hermana Patrizia, detenida y acusada de dirigir una red de extorsión, su hermano Salvatore, sus cuñados, un sobrino. Y muchas personas de confianza, como testaferros a menudo insospechados, que han sufrido repetidos embargos de bienes. Al «fantasma» de Messina Denaro lo perseguía una montaña de órdenes de detención y cadenas perpetuas por asociación mafiosa, asesinatos, atentados, posesión y transporte de explosivos.
Estaba condenado por los sucesos criminales más graves de los últimos treinta años en Italia, empezando por las matanzas con explosivos de 1992 en las que murieron los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. Allí se reconoció su mano. Después de todo, él mismo se jactaba de haber «matado a tanta gente como para llenar un cementerio». Pero si se reconoce su reputación de hombre despiadado, se han deslizado algunas dudas sobre su capacidad real para reconstruir, tras las detenciones de Totò Riina y Bernardo Provenzano, la estructura unitaria de Cosa Nostra erosionada por las detenciones y un proceso de fragmentación.
Mientras la policía científica se encargaba de actualizar y envejecer la imagen juvenil del capo, su multimillonario imperio era desmantelado e incautado pieza a pieza. Así se desmanteló año tras año su cadena de protección y financiación, según asegura la agencia Ansa. Messina Denaro fue un jefe que llevó a Cosa Nostra al segundo milenio sin conseguir, no obstante, evitar el mismo final que los antiguos padrinos.