El ex presidente brasileño arribó a esa ciudad tras ser trasladado desde San Pablo, donde permaneció dos días atrincherado en el sindicato metalúrgico. En una celda de 15 metros cuadrados purgará una pena de doce años y un mes de cárcel.
Después de dos días de resistencia, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva se entregó este sábado a la Justicia para comenzar a cumplir su condena de doce años y un mes de prisión por delitos de corrupción vinculados al escándalo conocido como “Lava Jato”.
El dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) llegó pasadas las 22.30 local a la sede de la Policía federal (PF) de Curitiba, donde purgará su pena en una celda de unos 15 metros cuadrados, con baño privado y derecho a dos horas diarias de aire libre.
Lula arribó a bordo de un helicóptero, tras se trasladado desde San Pablo en avioneta. En ningún momento se lo vio esposado, como había dispuesto el juez Sérgio Moro.
Varias centenas de detractores del ex mandatario se congregaron frente al edificio, lanzando fuegos artificiales, haciendo sonar cornetas y silbatos y golpeando cacerolas. Desplegaron una bandera de Brasil gigante, al grito de «Viva la República de Curitiba, viva Sérgio Moro», refiriéndose al magistrado que ordenó su encarcelamiento.
En ese contexto, el juez Ernani Mendes Silva Filho prohibió que se realicen protestas y acampes en los aledaños de la sede de la Policía Federal de Curitiba, tras verificar la «aglomeración de personas y movimientos que pueden ocasionar trastornos a los vecinos de la región y graves lesiones al orden de la seguridad».
El líder de izquierda, de 72 años, se entregó a la Policía durante la tarde en la sede del Sindicato de los Metalúrgicos de San Pablo, a donde se había recluido desde el jueves, cuando el juez Moro emitió la orden de arresto.
El ex mandatario logró abandonar el edificio en medio de escenas de tensión y forcejeos por el bloqueo de los militantes del PT, que rechazan su arresto.
Lula salió a pie y abordó un vehículo de la Policía Federal que esperaba en las inmediaciones para dirigirse al aeropuerto de Congonhas. El convoy de la fuerza de seguridad estuvo compuesto por vehículos oscuros sin insignias de la institución, tal como había solicitado su defensa.
Más temprano, el dirigente había intentado dejar el sindicato, pero sus seguidores que rodearon el edificio impidieron que lo haga. El líder del PT subió junto a uno de sus abogados a un auto gris que pertenecería a la Policía, luego de una maniobra de distracción con coches negros por otro de los portones de salida. Sin embargo, el operativo no dio resultado y los manifestantes bloquearon ambos accesos.
Luego de unos minutos de tensión, Lula se bajó del vehículo y volvió a ingresar al edificio.
Al mediodía, el ex mandatario había participado frente al sindicato de una misa en memoria de su fallecida esposa. Lo que arrancó como un homenaje se convirtió en un acto político en el cual Lula dio un encendido discurso en el cual se defendió de las acusaciones. Además, confirmó que iba a «atender el mandato de prisión».
El juez Moro, quien emitió la orden, le había dado a Lula un plazo hasta las 17 del viernes para presentarse a cumplir su condena. Sin embargo, según la defensa del ex mandatario, la detención no debía concretarse debido a que hay recursos en marcha en la causa.
El ex mandatario ignoró entonces el plazo inicial y prefirió permanecer dos noches atrincherado en su búnker sindical, rodeado por miles de militantes que mantuvieron una vigilia día y noche. En la sede de los metalúrgicos estuvieron sus hijos, así también como figuras del mundo de la política y el deporte.
En la mañana del sábado empezaron a circular versiones de que la defensa del líder PT había llegado a un acuerdo con las autoridades para que se entregara después de finalizada la ceremonia religiosa en homenaje a su mujer, Marcia Leticia.