La película que Richard Linklater tardó 12 años en rodar inaugura la temporada de premios como la obra del año en Hollywood
Una historia sencilla y fascinante, tanto como crecer y ser padres, rompió la cinta este domingo de la temporada de premios en Hollywood. Richard Linklater rodó durante 12 años la vida de un niño hasta que va a la universidad, y en el año 14, ese proyecto fue reconocido como la mejor película que ha visto la industria. Boyhood, premiada este domingo como mejor película dramática por los Globos de Oro, es quizá el experimento más raro que haya ganado un gran reconocimiento de la industria y será interesante ver si el impacto de esta película se extiende a los Oscar del próximo 22 de febrero.
Tras haber recogido el premio como mejor director, Linklater presentó a su productor, Jonathan Sehring, como «el hombre que ha hecho el mayor salto de fe de la historia del cine» al garantizarle dinero hace más de una década para un proyecto como este. «Lo dedico a las familias, que lo hacen lo mejor que pueden en este mundo», dijo Linklater. Fuera del escenario, contó que quería hacer «una película sobre crecer y ser padres» y que necesitaba «todo ese tiempo» para expresar lo que quería. El equipo de la película se juntaba una vez al año durante más de una década para rodar. «Ha sido un privilegio tener un lienzo tan grande para trabajar».
La rareza que supone la película de Linklater en la industria del cine hace enorme el reconocimiento de este domingo. Patricia Arquette lo definió así: «Las productoras te dicen ‘esto es lo que la gente quiere ver’. Pero no, la vida es hermosa. Ver crecer a un niño es hermoso». Eso es Boyhood.
Patricia Arquette recogió también el premio como mejor actriz secundaria en Boyhood. Arquette, cuya carrera cayó en la grisura tras irrumpir en la pantalla en los años noventa, hace un extraordinario papel de madre soltera. Al tiempo que el protagonista atraviesa la adolescencia, ella pasa por la treintena ante el espectador. “Una mujer que se parece a tantas mujeres”, definió a su personaje. Ganó nada menos que frente a Meryl Streep, la actriz que más Globos de Oro posee, ocho, un valor tan seguro en las quinielas que hasta es objeto de burla en las presentaciones. Arquette fue quien mejor definió Boyhood al agradecer a Linklater haber producido “algo tan humano, tan simple y tan revolucionario en la historia del cine”. Fuera del escenario, relató que le hubiera gustado seguir rodando y terminar la película como una mujer mayor.
Los Globos de Oro entregan dos premios por cada categoría importante, ya que distinguen entre obra dramática y comedia o musical. En la 72ª edición, Boyhood competía en la primera y Birdman en la segunda. La película de Alejandro González Iñárritu logró el premio al mejor guion y Michael Keaton el galardón al mejor actor que aceptó con una emoción adecuada a la falta de este tipo de momentos en su larga carrera. Sin embargo, Linklater ganó en la categoría de los directores para hacer rotundo el triunfo de Boyhood y El gran hotel Budapest, premiada como mejor comedia, terminó de arruinar las posibilidades de empate para Iñárritu.
Julianne Moore fue reconocida como mejor actriz dramática por su trabajo en Siempre Alice, donde interpreta a una mujer que se enfrenta a una enfermedad tan cruel como un alzheimer prematuro, tras cumplir los 50 años. La sobriedad y credibilidad de Moore sostienen la película. El premio a mejor actor dramático fue para Eddie Redmayne a quien resulta impactante ver de pie en un escenario aceptando un premio y dando un discurso de agradecimiento por su trabajo en La teoría del todo, después de haber visto su asombrosa transformación en el científico Stephen Hawking. En su interpretación, Redmayne pasa por todas las fases de la enfermedad de Hawking.
Si los Oscar son los premios del año, los Globos de Oro son la fiesta del año. La prensa se divierte con datos como las botellas de champán que se beben en la cena (este año 400 magnum y 1.500 mini, más 600 de vino), la realización de televisión busca intencionadamente reacciones curiosas entre las estrellas, y el protocolo directamente no existe, si se compara con la formalidad aristocrática de los Oscar. Los premios se entregan desde los cuarenta por la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, compuesta por unos 90 periodistas que son los que votan.
Es interesante ver como los Globos de Oro han acabado por poner los premios de televisión a la misma altura que los de cine, un reconocimiento al trasvase de talento que ha sufrido la industria desde el nacimiento de las grandes series dramáticas de una hora, hace poco más de una década. Cuando por la alfombra roja donde desfilan Michael Keaton, Reese Witherspoon, Kevin Spacey y Matthew McConaughey, es difícil distinguir quién está nominado en qué medio. Hollywood, igual que el público, ya celebra los dos como propios.
En la noche del domingo, Hollywood también fue Charlie. En el día en que casi cuatro millones de personas inundaron las calles de París contra la intolerancia religiosa en una manifestación nunca vista, el evento televisivo de Globos se llenó de referencias en solidaridad con la revista Charlie Hebdo. El matrimonio Clooney o Helen Mirren lucieron su solidaridad en la ropa. Hace solo un mes que Hollywood veía asombrado como una misteriosa organización amenazaba con atentados terroristas contra aquellos cines que proyectaran la película La entrevista. Un gigante de la industria como Sony Pictures, desbordado por las amenazas y una ola de ciberataques, suspendió el estreno por unos días.
El tema estuvo presente en todos los tonos. Desde el discurso inicial cuando Tina Fey dijo que competían “todas las películas que le han parecido bien a Corea del Norte”, hasta la broma de presentar a un nuevo miembro de la prensa extranjera: una oficial norcoreana que exigía hacerse una foto con Meryl Streep. “Tenemos que hacerlo, hay muchos emails que no queremos que salgan a la luz”, dijo Fey. El presidente de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, Theo Kingma, fue quien resumió en una frase que la libertad de expresión se defiende “de Corea del Norte a París”. Fue la ovación de la noche.
Con permiso de George Clooney, homenajeado con el premio Cecil B. Demille a toda su carrera. Clooney presumió de esposa, Amal Alamuddin, un matrimonio que ha sido una de las sensaciones del año en Hollywood. El momento fue definido por uno de los mejores chistes de la noche de las presentadoras, Tina Fey y Amy Poehler. Alamuddin es una “abogada de derechos humanos que trabajó en el caso Enron, como asesora de Kofi Annan en Siria y fue elegida para la comisión de tres personas que investigan la violación de las normas de guerra en Gaza», resumió Fey. «Así que esta noche le dan un premio a la carrera a su marido».
Hollywood celebró la rareza, el atrevimiento y, para algunos, la diversidad. Faltaban seis horas para la ceremonia y, durante las pruebas de sonido en la sala de prensa los técnicos ofrecían un show privado desternillante haciendo y contestando preguntas como si fueran periodistas y estrellas. Era un retrato bastante acertado del intercambio que suele producirse en esta sala por la que desfilan los ganadores ante la prensa mundial. No en el caso de Gina Rodríguez, premiada por su papel en la serie Jane la Virgen, que hizo un emocionado alegato por el reconocimiento de la comunidad latina en este país. Solo la nominación, “permite a las latinas verse bajo una luz hermosa, nos permite vernos donde deseamos, invitadas a la fiesta”, aseguró. “Soy una prueba de que (la industria) está cambiando, es algo que compruebo cada día”.