
Los efectivos de Gendarmería Nacional pudieron allanar, finalmente, varios domicilios vinculados al abogado y escribano santafesino este jueves por la mañana. En la capital santafesina llegaron hasta el estudio de calle Hipolitico Irigoyen al 2600 y el edifico de departamentos en la peatonal San Martin, al 2.600. Misma numeración, pero con calles que se cruzan. Un año antes no habían podido notificar en ningún domicilio al hombre de casi dos metros -y ex pilar del CRAI -en Buenos Aires. Parecía un fantasma. Como no ubicaban una dirección donde informarle su situación de imputado debieron recurrir a un extremo: buscarlo en el aeropuerto de Ezeiza e informarle que estaba bajo la lupa. La idea era hacerlo allí, en la terminal. Los pesquisas habían averiguado que Busaniche volvía de unas vacaciones en una línea comercial. Los testigos señalaron que un hombre corpulento, de tranco largo pero pesado corrió hasta a salida del aeropuerto, se arrojó dentro de una camioneta que lo estaba esperando en el estacionamiento con el motor encendido. Arrancó sin dejar rastros. Los gendarmes no pudieron notificarlo. Al día siguiente, Santiago Busaniche se presentó en el juzgado federal de Lomas de Zamora, con jurisdicción en Ezeiza y presentó un habeas corpus, temiendo por su libertad ambulatoria. El trámite explicó los eventos del aeropuerto.
Este jueves los gendarmes llegaron temprano al estudio de calle Hipólito Irigoyen y allanaron el lugar con una orden del juez federal Eduardo Rodríguez Da Cruz, por pedido de la Procelac, la Procuraduría nacional que investiga el lavado de dinero y los delitos económicos. También secuestraron el teléfono de Busaniche. La diligencia se precipitó a partir de una serie de medidas que tuvieron resultados estridentes dentro de uno de los expedientes, en donde se investiga hasta dónde y con quiénes el ex juez federal Bailaque y el ex número uno de la hoy ARCA, Carlos Vaudagna, extorsionaban a empresarios para luego cobrarles un sobreseimiento penal o, en todo caso, para beneficiar a un tercero teniendo en estado larvario alguna denuncia que afecte la marcha de alguna empresa o gerente. Como fue el caso de Claudio Iglesias, del Grupo San Cristóbal, a quienes ensuciaron con una denuncia anónima que afectó su ascenso en la empresa de seguros, para luego cobrarle en cuotas una desvinculación dentro de la causa. Allí, dicen los fiscales, actuó Busaniche como operador. El tridente del apriete se completa con el financista Fernando Wphei, acogido a la figura del imputado colaborador luego de quedar entre en la espada y la pared con un prueba sumada recientemente en la causa que se tramita en Rosario.

LA GENDARMERIA ALLANÓ EL ESTUDIO DE BUSANICHE EL JUEVES A LA MAÑANA. EL INVESTIGADO – DEBAJO DEL TOLDO AMARILLO – MIRA POR ÚLTIMA VEZ SU CELULAR ANTES DE ENTREGARLO.
Para los fiscales, Busaniche tenía lazos con Bailaque y con Vaudagna, pero luego los continúo con Gastón Salmain, otro multidenunicado en el Consejo de la Magistratura. En ese ecosistema se habrían organizado maniobras brutales de corrupción utilizando la justicia federal y la ex Afip. Tan salvajes –dicen –eran las trapisondas, que ni siquiera califican para denominarlas de guante blanco. Bolsos y valijas se describen con asiduidad en este paisaje donde los protagonistas no reparaban en las formas. Las próximas semanas traerán consigo un cúmulo de medidas muy importantes. Tal vez alguna de ellas tenga que ver con obscenas escenas de “toma y daca” a la luz del día. Conjeturas.
Un facilitador
Santiago, hijo del prestigioso médico Julio Busaniche – ex jefe de residentes en el Hospital Cullen- pudo mixturar la potencia del rugby a la hora de ir para adelante con decisión, con una inteligencia práctica. “Vivo, de mecha corta”, lo define un pariente. Casado con una de las hijas del ex senador provincial por el reutemanismo, Julio Gutiérrez (hermano del cortesano local Rafael Gutiérrez). Los Gutiérrez fueron familiares políticos del Lole en los años noventa. Julio era la principal espada en el Senado para sacarle las leyes al ex corredor de Fórmula 1 y dos veces gobernador. Rafael, desde 2002, es el principal alfil del peronismo en la justicia. Con el paso del tiempo, “Rafa”, supo encajar bien, aunque con algunos roces, con el socialismo y ahora en la gestión de Maximilano Pullaro. Un auténtico transversal.
En ese mundo de relaciones Santiago se vinculó con Carlos “El Negro” Carranza, ex ministro de Gobierno de Reutemann, quien tuvo el control de policías y jueces en varios períodos. Esa relación necesitó de largas estadías en Buenos Aires, donde Busaniche buscó puentes entre diferentes referentes políticos y judiciales – también de financiación – con el proyecto del Lole.
Esas gestiones eran multipartidarias y no solían reparar en ideologías o discrepancias hegelianas. Desde entonces tejió buenos lazos con operadores importantes del poder judicial en el fuero federal y con ése submundo en donde reportan los servicios de inteligencia, sobre todo de la ex Side. Uno de ellos fue el que construyó con el ex jefe de la Sindicatura de la Nación, Javier Fernández, que operó para todos los partidos y colores. De buena llegada al macrismo a través de Daniel Angelici y luego al Gobierno de Alberto Fernández, donde sumó a Busaniche – dicen – a cuanta mesa de poroteo a escala alta existiera. Hay quienes señalan que Javier Fernández armaba las reuniones más delicadas en el departamento que Busaniche tenía en Buenos Aires. “Como te lo digo te lo desmiento”, se atajan los propagadores del chisme.
Tras los allanamientos del jueves, que además incluyeron dos oficinas de Busaniche en Buenos Aires, el abogado santafesino se habría contactado con Diego Pirota, un colega suyo a quienes muchos vinculan con “La Casa” como se la llama a la SIDE en el “sottogoverno”. Pirota podría ser el asistente legal de Busaniche en caso que el panorama se complique. Sea su apoderado o no, será hombre de consulta. El abogado porteño es socio en el estudio de Dario Richarte, ex número dos de la SIDE en el Gobierno de Fernando de la Rúa. Ambos fueron los abogados del ex vicepresidente condenado por corrupción Amado Boudou. Richarte fue impulsado para el cargo en el organismo de los espías por Enrique Nosiglia, tal vez el más excelso operador todo terreno que dio la democracia en los últimos años. Pirota llegó además a integrar el Tribunal de Disciplina de la Conmebol a partir de su relación con Daniel Angelici, el operador macrista que lo puso allí mientras fue vicepresidente de Boca Juniors. Todos ellos tuvieron en común una amistad -o un interés copartido- con quien hasta hace poco era uno de los hombres más poderosos del país: Antonio Stiusso.

JAVIER FERNÁNDEZ, EX AUDITOR GENERAL DE LA NACIÓN.
Busaniche, en ese camino de gestiones febriles, se relacionó con un rafaelino. Dicen que fue el contador Héctor Daniel Marchi – nacido en la perla del oeste – el que lo presentó a Ricardo Lorenzetti mientras ambos desembarcan en la Corte, uno como miembro y el otro como administrador de los recursos económicos del superior tribunal. Ese vínculo, al parecer, no fue por gestión de Javier Fernández, quien dijo que a Lorenzetti se los presentó la abogada santafesina Claudia Levín, decana de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Litoral, quien por estos días impulsa la candidatura de Liliana Dillon (decana en Económicas) para Rectora de la Casa de Altos Estudios. Levín le llevó la propuesta a Pullaro hace 40 días, de la mano de María Martín, funcionaria del ministerio de Educación y en los hechos una de las líderes de la cartera, ideóloga del proceso que permitió la vuelta del presentismo. Un dato de color, una vuelta más dentro del mundo de relaciones en la ciudad cordial: María es la hija de Marcelo Martin, ex representante del Club Unión en la AFA. En los años 2000, cuando aún gobernaba la Alianza UCR – Frepaso, se conoció con Richarte y compartieron primero, la pasión por el fútbol. Hace 10 años, cuando el dirigente tatengue fue denunciado por enriquecimiento ilícito pidió consejos al porteño, quien le habría aconsejado hablar con Busaniche, “el hombre de Lorenzetti en el lobby federal”. Para entonces Santiago tenía otra preocupación: el desaguisado financiero de la Sociedad de Bolsa llamada Bolsafé Valores lo había golpeado fuerte. Como dijo un familiar cercano, “inteligente pero de mecha corta”, el ex rugbier de casi dos metros ingresó al despacho del juez que llevaba adelante la causa y le pidió violentamente celeridad en el trámite. El fiscal federal pudo reconstruir la escena y detectó que Busaniche intimidó al juez y a su entonces secretario, Patricio Longo. “Ya nos vamos a encontrar”, les dijo. El juez Reinaldo Rodríguez (quien terminaría renunciando por denuncias de acoso laboral y sexual) desestimó la denuncia y el fiscal general no la impulsó. Algunos testigos aseguran que Busaniche fue a verlo personalmente a Mario Rossini (titular de Bolsafé) mientras estaba internado – por un cuadro de ACV – a pedirle que le devuelvan el dinero. En los cafés de la zona tribunalicia santafesina se asegura, como un chisme sin valor probatorio, que el abogado pudo recuperar el dinero, o parte de él.
Enemistado de su hermano Mateo, integrante de la Cámara Federal de Apelaciones en Paraná, busca por estas horas reconstruir el mundo de alianzas que lo llevó a digitar una botonera de poder, abrumado por arrepentidos que colocan a cualquiera en el delicado lugar de evaluar un extremo: el de ponderar qué hacer si está en juego la libertad.
Héctor Martín Galiano (hemagal@hotmail.com)