El presidente de la Conferencia Episcopal, José María Arancedo, afirmó que la «la crisis argentina es principalmente una crisis moral»
En su mensaje de Pascua, monseñor José María Miguel Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz y presidente de la Conferencia Episcopal, se dirigió a la clase dirigente para hacer un llamado de atención sobre una serie de problemas que afectan al país.
El prelado consideró, en esta oportunidad, que «la crisis argentina es principalmente una crisis moral». «Cuando la impunidad y la justificación ocupan el lugar del deber moral y de la ejemplaridad, el cuerpo social de debilita», advirtió.
En el texto, el prelado sostiene que estamos ante una «realidad signada por el pecado», en donde la pobreza, el narcotráfico, la corrupción y el juego aparecen como signos de una «sociedad frágil» donde los más la que los perjudicados son «siempre los más débiles y necesitados».
«Pascua es alegría y gratitud por el don recibido, pero también compromiso para hacerla realidad en nuestras vidas y en la sociedad», afirmó Arancedo, y en tal sentido explicó que en esta celebración «no podemos dejar de contemplar esa otra realidad dolorosa signada por el pecado, que nos rodea y desafía».
El Arzobispo puntualizó: «Me refiero a la realidad de la pobreza, al crimen del narcotráfico, la corrupción y los enfrentamientos que nos aíslan y dividen comprometiendo la amistad social», y agregó a estos puntos «el crecimiento irresponsable del juego que se vale de las ilusiones de la gente, que debilita la cultura del trabajo y compromete el bienestar de la familia». Esta serie de cuestiones, sostuvo, «son signos de una sociedad frágil en la que las víctimas son siempre los más débiles y necesitados», y apuntó especialmente contra la clase dirigente, «que tiene una mayor responsabilidad, especialmente quienes ejercen funciones en los poderes del Estado ordenados al servicio del bien común».
«El dinero, el poder y el éxito a cualquier precio, han ocupado un lugar indebido en la escala de los valores personales y sociales. Ellos han desplazado a la verdad, al bien y a la justicia, expresión de la presencia de Dios en el cuidado de la dignidad de la persona», aseguró.
Y concluyó: «La Pascua, (…), necesita de hombres y mujeres impulsados por la fuerza del Resucitado que descubran Su mensaje, para hacer realidad en sus vidas y en la comunidad los bienes de la verdad y de la vida, de la justicia y de la solidaridad, de la honestidad y del cumplimiento de la ley y sus obligaciones».