El Papa Francisco le dio ayer un mazazo a la mafia calabresa, la más poderosa de Italia. «Es un mal que hay que combatir y alejar. Los mafiosos no están en comunión con Dios. Están excomulgados”.
El Papa Francisco le dio ayer un mazazo a la mafia calabresa, la más poderosa de Italia, al afirmar enfáticamente que “La ‘Ndrangheta es la adoración del mal y el desprecio del bien común. Es un mal que hay que combatir y alejar. Los mafiosos no están en comunión con Dios. Están excomulgados”. Con una misa que presidió ante más de cien mil personas en la llanura de Síbari (la antigua colonia griega de Síbaris, famosa por su refinamiento), el pontífice lanzó una condena contra la ‘Ndrangheta igual de fuerte que el de Juan Pablo II en Agrigento en 1993 contra Cosa Nostra, la mafia siciliana, que respondió dinamitando dos iglesias en Roma. Francisco obligó a la mafia calabresa a enfrentarse a su imagen horrible visitando por la mañana en la cárcel Castrovillari, cerca de Cassano allo Jonio, sur de Italia, al padre y las dos abuelas de “Cocó” Campolongo, el niño de tres años asesinado por la ‘Ndrangheta en enero pasado junto con su abuelo materno, que ejercía la custodia ya que la madre también está en la cárcel. “Nunca más víctimas de la ‘Ndrangheta. No debe suceder jamás en la sociedad una cosa de ese tipo”, dijo el Papa a los familiares del niño, asegurándoles que “he rezado y rezo mucho por Cocó y por todos los niños víctimas de este sufrimiento”. Los asesinos de “Cocó” mataron también a la compañera sentimental del abuelo y después prendieron fuego al coche con las tres víctimas dentro. La ‘Ndrangheta deja como firma cuerpos carbonizados. El Santo Padre condenó inmediatamente el crimen, pero se quedó con ganas de ir más allá. Al cabo de cinco meses, el gesto realizado ayer por Jorge Bergoglio en el corazón de Calabria ha sido todo un mensaje para los criminales, las autoridades y los ciudadanos de Italia. El Papa llegó en helicóptero a las nueve de la mañana a la cárcel de Castrovillari, para visitar a los presos como primer acto de una visita de nueve horas a esa zona de laderas que bajan hasta el golfo de Tarento. Durante la jornada se reunió también con los enfermos, los ancianos, los jóvenes en programas de desintoxicación y los sacerdotes. Almorzó con los pobres en el comedor de Cáritas y terminó celebrando una misa al aire libre. En la cárcel, el Papa saludó personalmente a todas las mujeres y buena parte de los hombres entre los 180 detenidos en un establecimiento con capacidad para 140. Entre ellos se encontraba el padre de “Cocó”, condenado por tráfico de drogas (la industria que promueve la ‘Ndrangheta con miles de soldados), así como las dos abuelas del pequeño. El pontífice quería consolarlos y animarlos personalmente. Francisco pidió a las dos abuelas que transmitiesen un saludo personal suyo a la madre de “Cocó”, internada en otra cárcel por haber violado las condiciones de libertad bajo fianza. Entre los detenidos de Castrovillari figura también, a la espera de juicio, el presunto asesino que el pasado mes de marzo mató a fierrazos delante de su iglesia al sacerdote de Síbari, Lazzaro Longobardi, por haberse negado a aceptar una extorsión. En su breve discurso, el Papa subrayó la importancia de las actividades de reinserción “pues si la cárcel descuida esa finalidad, la ejecución de la pena se degrada a un mero instrumento de castigo y revancha social, dañino para el individuo y para la sociedad”. En Castrovillari se ofrecen dos programas de bachillerato y dos de formación profesional: hostelería y contabilidad. Por eso, el obispo de Roma invitó a los prisioneros a “encontrarse con Dios” en la cárcel. Dios es “un maestro de la reinserción, que nos toma por la mano y nos acompaña de nuevo en la comunidad social”, dijo animándolos. El Papa argentino concretó en Cassano, localidad pobre cerca del mar Jónico, una visita con tonalidad muy social. La mafia ha prosperado aprovechando el fracaso de las inversiones de la economía legal en una región en la que el desempleo de los jóvenes menores de 25 años alcanzó el 56,1%, récord de Italia en 2013, según Eurostat. Francisco se despidió con una súplica significativa: “Recen por mí, porque yo también cometo errores y debo hacer penitencia”. Durante el saludo personal de cada una al Papa, la mayoría de las mujeres lloraban, igual que muchos hombres, conmovidos por la bondad de una persona a la que admiran. Muchos siguen en televisión el Angelus del domingo, y prácticamente todos han contribuido al adecentamiento y remozado de los locales en vísperas de la visita. “Sandrone”, el mayordomo del Papa, le acompañaba de cerca recogiendo las cartas y mensajes en la cartera negra del Santo Padre, la que él mismo lleva en la mano cada vez que hace un viaje. Las detenidas le hicieron también pequeños regalos, sobre todo bordados que han preparado en estas últimas semanas. El Papa estaba conmovido. En el breve trayecto a pie del helipuerto a la cárcel, había saludado a las familias del personal: los dirigentes, la policía penitenciaria, el servicio de mantenimiento e incluso los bomberos. Saludaba, sobre todo, a los hijos de inmigrantes, que conforman un mosaico racial en ese pueblecito del fondo de Calabria, que ha sabido acoger, aun en su pobreza, a norteafricanos y refugiados de las guerras de Oriente Medio. Esta es su cuarta visita en Italia fuera de la diócesis de Roma. El año pasado, viajó a Cagliari (Cerdeña) donde denunció el desempleo de los jóvenes, a Asís (Umbría), donde celebró a San Francisco, y a la isla de Lampedusa (sur), donde denunció la “globalización de la indiferencia” y defendió los derechos de los inmigrantes que desembarcan en Europa.
Fuente Diario Uno