Un hecho de corrupción policial puso de relieve, una vez más, la estructura de investigación ilegal con la que operó Marcelo Saín y su equipo mientras fue Director del Organismo de Investigaciones y ministro de Seguridad en la provincia.
El nombre de Pablo Pérez, un policía de 31 años quedó de repente impreso en las páginas de sucesos de los medios locales. La noticia que lo que tenía como protagonista daba cuenta de un hecho de corrupción bastante frecuente por estos tiempos: la destrucción de prueba. Pérez estaba en un lugar que suele ser una tentación para ese tipo de maniobras, el departamento de Judiciales de la fuerza, el D5, que debería investigar las ilegalidades de los policías. En ése ámbito se valió de su situación para inutilizar un Iphone que era propiedad de Matías Cosentini, otro policía, que era investigado por el Fiscal del MPA Ezequiel Hernández por el sospechoso extravío de su arma reglamentaria. El caso tuvo más relevancia cuando el fiscal federal Gustavo Onel pidió la detención de Cosentini por colaborar con la cobertura de un narco local desde su rol de numerario de la división antinarcóticos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) en la ciudad de Esperanza. Pérez no sólo destruyó el celular de su colega sino que entregó el DVD con la filmación del procedimiento en blanco, sin archivos. La maniobra conspiró así contra la causa provincial y la del fuero federal. El testigo del procedimiento dijo en el MPA que el teléfono fue entregado por Cosentini en perfectas condiciones y que todo ese proceso fue filmado por una mujer policía, la suboficial Berón, del D5 de la Unidad Regional 1. El fiscal pidió así la requisa domiciliaria de Pérez, que falseó el documento elevado a la Fiscalía. Hernández pidió la detención de Pérez y encontró una sorpresa: no era el informado a la policía de Santa Fe en su legajo personal.
Pablo, “el espía”
Pérez quedó detenido por la destrucción de prueba el 18 de agosto pasado, pero su abogado Martín Peón, acordó el viernes pasado una serie de medidas alternativas para que su cliente recupere la libertad. A cambio, la colaboración fue aportar algunos datos al Fiscal Hernández, que investiga el espionaje ilegal en la gestión de Marcelo Saín. Allí el policía dijo que había hecho seguimientos por orden de sus superiores a Miguel Zalazar, de Utrapol y al ex Director del Servicio Penitenciario Héctor “Pirucho” Acuña – quien actualmente comparte representación legal a distintos imputados en sociedad con Peón-.
De acuerdo al acta, se mencionó en la audiencia a “Sofia” y al campo de su padre. Pérez no recordó dónde quedaba el campo, a pesar que “compartió varios asados” en ese lugar, en los tiempos de gestión de Marcelo Saín.
Pablo y Sofía Cuevas estaban bajo la órbita de Débora Cotichini, la destituida y denunciada ex jefa de Área de Inteligencia Criminal Zona Sur del Organismo de Investigaciones. La pareja trabajaba varias horas al día sin ningún tipo de procedimiento administrativo como paraguas. Reportaban a Cotichini y tenían lazos directos con Saín y su secretario privado Sebastián Sánchez y con Pablo Álvarez, un joven con gran afición por la información sensible. En ese grupo de “caminadores” reportaban también Sabrina, Nicolás y Ludmila. “Se decía que espiaban a gente”, señaló un testigo. Allegados a Maximiliano Pullaro dijeron que el candidato a Gobernador los había visto a Cuevas y Pérez siguiéndolo en un Voyage blanco, que coincide con el auto a disposición del OI. En esos primeros momentos del año 2020 el empezaron a aparecer como blancos de la gestión del “Turco” Rolando Galfrasccoli y Natalia Galano, quien era pieza importante dentro del OI. No reparaban en adjetivos contra ellos. En dos oportunidades, Sain citó a su despacho a Galano y le puso una Glock en la mesa. Galano no hizo la denuncia pero del hecho se enteraron Jorge Baclini y Cecilia “Ichi” Vranicich, ex y actual Fiscal General del MPA. Saín trataba a Galano de “vaga” y empleada de Miguel Lifschitz. No había distinción entre el Organismo de Investigaciones y el ministerio d Seguridad, gran parte de la información sensible de las causas se traficaba de un lado a otro sin control.
“Pirucho” quedó en el centro del equipo de investigación de Saín cuando se abrió una causa con escuchas telefónicas dentro del Servicio Penitenciario. Allí se siguieron los pasos de una tal “Babu”, supuesta amiga de Acuña que tenía un local frente a la cárcel de Coronda y a una supuesta pareja del entonces Director de cárceles. La sospecha era que el entonces funcionario daba piso para el ingreso de drogas a Piñero y Coronda en formato de encomiendas que simulaban contener comida para los internos. La causa se archivó. “A Pirucho se le investigó una supuesta amante y se lo quería vincular con una empresa de compra y venta de caballos llamada ‘Emprender’. Débora Cotichini le pidió a Sofía Cuevas que lo siga”, dijeron en sede judicial. Pablo Pérez olvidó el pasado viernes, cuando negoció su libertad en Tribunales, que Cuevas tiene un campo en Villa Gobernador Gálvez, donde se sospecha fueron a quemarse varios informes producidos por el Organismo de Investigaciones y el ministerio de Seguridad tras la denuncia de los fiscales de la Unidad de Delitos Complejos de Santa Fe en noviembre de 2021. “Aquella vez me mandaron a quemar y triturar informes, uno de ellos de la URI”, dijo un testigo de ello. A Zalazar, de Apropol, lo siguieron en Santa Fe y en simultáneo habrían hecho lo mismo con el hermano de Maximiliano Pullaro. Aunque no se mencionaron otros nombres, se cree que de esas acciones ilegales participaron Francisco G., Enzo B. y un tal Capeletti. Son versiones plasmadas en el expediente.
No se sabe tampoco si Pablo Pérez contará más delante de qué lugar físico salían las instrucciones: si del Ministerio, del Organismo de Investigaciones o de los dos departamentos que se usaban como cuevas en Rosario para evitar trabajar en los edificios públicos y ocultar ciertas prácticas.
Muchos recuerdan al –ahora- auto incriminado espía como un muchacho torpe, un elefante flúor, imposible de no ser advertido, poco despierto. Como un personaje de la saga de Santiago Segura: “Torrente”. Lo incómodo y muy perturbador es que tuvo un rol destacado en el mundo real santafesino.
H.M.G
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