Gustavo Andrés “Petaco” Barrientos fue ultimado este sábado a la siesta en su domicilio de Colonia Ensayo (Departamento Diamante y a 20 minutos de Paraná), donde estaba cumpliendo una salida transitoria de la Unidad Penal de Paraná donde está cumpliendo su condena. El hecho de sangre se produjo entre las 15:30 y las 16, en momento en que “Petaco” Barrientos estaba con su esposa y a escasas cuadras de la estación de servicios YPF del lugar.
El ataque fue perpetrado por al menos siete personas, todas vestidas de negro y con pasamontañas, que actuaron de manera de certera y sin dudar un instante, ya que sólo le dispararon a Barrientos. Ingresaron raudamente y a los gritos a la casa donde estaba viviendo Barrientos (45 años) con su mujer, Verónica Martínez (43), ubicada en Ruta 11 Km 14, de barrio Cardales. En principio tumbaron el portón de chapa y luego reventaron la puerta de acceso y, a la vez, otros rompieron la puerta trasera. Tenían armas largas, pistolas y uno de ellos llevaba también un bate de sóftbol. Ingresaron a la casa al grito de «Policía, Policía» y, de hecho, tenían una vestimenta asociada a los grupos de efectivos de un grupo comando de una fuerza de seguridad. De entrada golpearon a la mujer de Barrientos con un arma larga y cuando escuchó los gritos el exjefe narco salió del baño -donde se encontraba, a punto de darse una ducha- y fue acribillado, tanto de manera frontal como de espalda, porque los sicarios estaban en los dos lados de la vivienda.
Cinco balazos impactaron en su cuerpo, provocándole la muerte de modo instantáneo. Casi todos impactaron en el torso de Barrientos y uno en la cabeza, porque perdió masa encefálica, según las primeras pericias. La mayoría de los detalles de la ejecución de Barrientos estaban siendo analizados por la Policía, porque tenía cámaras externas e internas en la vivienda. En lo observado quedó claró que los autores tenían bien determinado los accesos a la casa, ya sea por delante o por atrás, por la forma que organizaron el golpe tipo comando para que no hubiera errores en el asesinato.
Los protagonistas del hecho llegaron y se fueron en una camioneta Toyota SW4, de color negra y vidrios polarizados, con patente de estos últimos años. Según se supo, la camioneta habría salido por un camino vecina, por el cual se puede llegar rápidamente a Puerto Alvear, por donde habrían emprendido la fuga, rumbo a la costa santafesina, tras dejar la camioneta usada. ropa y algunas armas. No obstante, se entiende que no fueron todos los que pasaron a Coronda, sino unos pocos de esos 7, porque un número no determinado de sicarios sería de Paraná.
Barrientos quedó en medio de un charco de sangre dentro de la vivienda y su mujer tuvo que ser asistida porque se descompensó ante el golpe y la trágica situación. Cerca de las 20 llegó el médico forense para examinar el cuerpo del exjefe narco. Poco antes también llegaron hasta la casa algunos allegados a Barrientos -vinculados al mundo narco- a exigir algunas respuestas, que, obviamente, nadie les quiso dar y se vivieron algunos momentos de tensión en el lugar.
Un vecino de Colonia Ensayo, que escuchó los disparos, fue el que dio el aviso al destacamento policial del lugar, tras lo cual intervino personal de la Jefatura Departamental Diamante..Las cámaras de video seguridad de la zona (varias de ellas funcionando desde hace pocos meses) serán clave para identificar alguna pista sobre el rodado en que se conducían los agresores.
La noticia provocó una obvia conmoción en la opinión pública, porque Barrientos era un hombre que había desarrollado una importante porción de poder en el mundo narco (lo que sigue desarrollando con una importante estructura su hijo mayor) y por sus aceitadas relaciones con varios hombres del urribarrismo y de Patronato, donde llegó a ser por mucho tiempo el jefe de la denominada Barra Fuerte. Los investigadores de inmediato asociaron el hecho a un claro «ajuste de cuentas», máxime teniéndose en cuenta que estaba pronto a cumplimentar con la totalidad de su condena y se iba a reintegrar definitivamente a la vida social y comercial, donde no iba a escapar su desarrollo con el narcotráfico. Además, algunos entendían que quizás podía ser una venganza por las trágicas muertes del denominado «triple crimen» narco, cuando en noviembre de 2020 fueron asesinados Laureano Morales, de 20 años; Germán Herlein, de 32; y Cristian Barreto, de 43 años, en calle Las Camelias, entre Ovidio Lagos y Mihura, en Paraná. Una de las líneas de la investigación policial indicaba que podía ser una vendetta de Petaco Barrientos, aunque ello nunca se pudo comprobar en este triple crimen que aún permanece impune.
En diciembre del año pasado Gustavo Andrés Barrientos, había logrado la autorización por parte del Juzgado de Ejecución de Penas de Paraná, cuya titular es la jueza Cecilia Bértora, para cumplir con una serie reducidas de salidas familiares.
Estaba condenado a 11 años de cárcel, por ser el responsable de dos homicidios ejecutados en la capital provincial, y estaba cursando la parte final de la sentencia que estaba prevista que finalizara en noviembre de este año.
La Policía, además de investigar el violento hecho y determinar a los autores materiales e intelectuales del crimen, se encuentran en alerta máxima –especialmente en Paraná y zona de influencia- por la posible reacción que podría tener el entorno del propio Barrientos.
Antecedentes
El 28 de junio de 2017, “Petaco” Barrientos fue llevado, en horas de la madrugada y en el más absoluto silencio desde el penal de Gualeguay -donde se encontraba alojado-, hasta el complejo Federal de Ezeiza.
La medida la ordenó la Justicia, porque se estableció que, dentro de la cárcel, seguía organizando una asociación ilícita.
El Ministerio Público Fiscal pudo confirmar que el condenado, pese a estar preso, tenía los medios para seguir dando órdenes a los integrantes de su banda.
La investigación –que incluyeron escuchas telefónicas-, estableció que “Petaco” Barrientos hablaba de modo regular desde el interior de la cárcel con familiares y otros integrantes de la organización dedicada a cometer delitos ligados con la venta de estupefacientes y hasta extorsiones, robos y asaltos.
La causa que llevan adelante los fiscales de Paraná, derivó en la detención de un par de integrantes de esa banda, como el procesamiento de otras 17 personas por el delito de asociación ilícita.
Barrientos fue alojado en el pabellón de admisión N°1 del complejo federal de Ezeiza.
“Con el fin de preservar todas las relaciones internas dentro del penal de Gualeguay, como de otros, y para notificar al resto de la población carcelaria, que cualquier reo que pretenda seguir con las actividades dentro de los penales, será sancionado, incluso hasta trasladado a las cárceles del Servicio Penitenciario Federal”, expresó en su momento un funcionario de la Justicia.
Su paso por Gualeguaychú
En noviembre de 2021, cuando estaba cumpliendo su condena en la Unidad Penal 2 de Gualeguaychú, Barrientos protagonizó un llamativo hecho que puso en alerta al Servicio Penitenciario.
Cuando se estaba distribuyendo las viandas del almuerzo a los internos, “Petaco” Barrientos comenzó a los gritos para denunciar que se encontraba descompuesto y que lo habían querido envenenar.
De inmediato las autoridades dispusieron que fuera trasladado al área sanitaria, para luego llevarlo al Hospital Centenario, en medio de una rigurosa escolta de seguridad integrada por personal penitenciario y con el auxilio de la Policía Departamental de Gualeguaychú.
Pero, ya en el hospital, Barrientos se negó a que le realizaran extracción de sangre y lavado de estómago por lo que nuevamente se lo llevó a la Unidad Penal. Las autoridades dispusieron su aislamiento en una celda individual con control visual estricto por el riesgo eventual de fuga del interno.
En horas de la tarde, Barrientos manifestó que quería radicar una denuncia en Fiscalía; por lo que fue nuevamente trasladado para que fuera recibido por el fiscal Mauricio Guerrero.
En la requisa que se le hizo a su pabellón (era el número 15), se encontraron varios celulares de alta gama.
Barrientos fue condenado en abril de 2015 a 11 años de cárcel por los homicidios de Matías Giménez y Maximiliano Godoy, acribillados a disparos en el barrio Paraná XX en 2012, luego de ser condenado, recorrió varios penales de la provincia por problemas con el resto de la comunidad o por actos de indisciplina.