La precandidata del justicialismo fue la única que anoche no habló. Se esperaba una foto con su rival interno Perotti, pero al final no sucedió.
La precandidata del justicialismo María Eugenia Bielsa fue la única que anoche no habló. Por intermedio de sus colaboradores, le dijo a La Capital que «estaba siendo víctima de una operación con eje en la carga de datos». El escrutinio provisorio había entrado por entonces en una meseta de exasperante lentitud en la publicación de los guarismos. Esto incentivó a que los medios de prensa comenzaran a preguntarse dónde estaban los candidatos y por qué no habían dicho nada cuando ya eran las 23. El único que había hablado temprano había sido el radical candidato de Cambiemos, José Corral, quien a las 21 admitió que su fuerza se ubicó tercera en los comicios, pero que tenía fe de ganar las generales del 16 de junio.
Pero dos horas más tarde, Corral seguía siendo el único que había hablado. El peronista Omar Perotti había regresado de su Rafaela natal a la capital provincial y se instalaba a esperarla a Bielsa, con la que había disputado la única interna que ayer hubo para gobernador. La del PJ que se presentó como un frente de múltiples partidos llamado Juntos.
El presidente del PJ provincial, Ricardo Olivera, y con la diputada Silvina Frana (del sector de Bielsa) a su lado diría poco antes de las 23 que sus mesas testigos le daban al Frente Juntos una proyección triunfadora por 10 puntos sobre el socialismo. La sumatoria de Perotti-Bielsa era una formidable elección en algunos sectores de la provincia. Rosario, por caso.
La conferencia de Olivera-Frana, representando a los dos sectores que compitieron en la interna de PJ era, además, un anticipo del cierre de la noche: una manifestación de la unidad con la que encararían ese partido y sus socios el derrotero hasta el desafío final de las generales del 16 de junio próximo. El rumor pasó a ser una admisión lisa y llama: «Perotti está esperando que fuera Bielsa para salir juntos y darle imagen a la unidad peronista», fue la respuesta desde la sede partidaria cuando comenzó el periodismo a reclamar las voces de los protagonistas.
Y esas voces llegaron todas juntas entre las 23 y las 24. En esos 60 minutos la paciencia de Perotti se colmó y salió a hablar solo, con los medios de prensa. Bielsa no apareció. En las huestes del rafaelino no ocultaron su descontento. Los que aseguraban que la foto conjunta había estado acordada previamente aseguraban que la actitud de la ex vicegobernadora fue «una deslealtad porque faltó a la palabra empeñada».
Después de Perotti, saldrían los socialistas a hablar desde su búnker en Santa Fe. El gobernador Miguel Lifchitz y su antecesor y aspirante a sucederlo, Antonio Bonfatti, habían llegado desde Rosario en helicóptero. Junto al concejal, Emilio Jatón, el más votado para la Intendencia capitalina, presidieron un festejo. Por lejos, el que mayor ruido metió aunque la concurrencia tampoco allí hubiere sido multitudinaria.
Casi simultáneamente, La Capital esperaba que la arquitecta, (llegada un rato antes desde Rosario a la sede la federación de sindicatos municipales, Festram), le concediera una entrevista. Dos colaboradores de la candidata, luego de subir a algunos de los pisos de alto y consultar con ella, según dijeron, explicaron a este diario que por el momento Bielsa no hablaría por estar siendo «víctima de una operación en el cargado de los votos» destinada a perjudicarla.
«El porcentaje de votos cargados de Rosario y Santa Fe es ínfimo a esta hora y se está buscando instalar la sensación de un determinado resultado», fue lo que dijeron los colaboradores de la también ex diputada provincial. Según esta explicación el oficialismo buscaba que los santafesinos se fueran a dormir con la idea de que la rosarina había sido derrotada por Perotti en la interna peronista.
Se impuso una pregunta instantánea: Con ese panorama, ¿Bielsa iría finalmente a la sede partidaria donde la esperaba Perotti para la ansiada foto con la que cimentaría la campaña para soñar con arrebatarle en junio la Casa Gris al socialismo? «No tenemos datos oficiales», fue la respuesta que permitió interpretar que Bielsa sólo iría en dos circunstancias. Si estaba segura de haber ganado la interna (lo que al cierre de esta edición ya se insinuaba complicado) o si tenía la certeza de haberla perdido. La incertidumbre terminó siendo una coartada a medida.
Bielsa no salió de su búnker y no habló públicamente. No atendió a la prensa tampoco. Y, según se dijo en la sede el PJ, no cumplió el supuesto acuerdo previo que había sellado con su contrincante.
Y aún así disparó reacciones con su ostracismo. Lifschitz en el acto socialista dedicó las parrafadas iniciales de su discurso a justificar «la demora» en la carga de datos al sistema informático que iba mostrando la evolución del escrutinio provisorio. Pareció responder a la suspicacia de la precandidata peronista.
Pero también a Perotti quien muy pocos minutos antes cuando había enfrentado en soledad los micrófonos de la prensa en su sede partidaria había disparado una carambola: «Cuando alguien sabe que va a ser superado arma una estrategia y me parece que a esa estrategia la difundió el socialismo metiéndose en nuestra Paso», descerrajó. Así desde el oficialismo habrían ordenado a sus afiliados, seguidores y simpatizantes votar a alguno de los contrincantes peronistas para inclinar el resultado perjudicando a una a favor del otro.
El tiro que fue al entrecejo de Antonio Bonfatti también sonó a una respuesta a Bielsa.