El 9 de octubre se cumplen 50 años de la muerte del Che. Ramiro Guevara, su hermano, propone conocer al personaje a través de sus escritos. Y elige sus cartas.
Cuando Ramiro Guevara nació en La Habana hacía siete años que habían matado a su hermano mayor en una escuelita boliviana. Creció con la marca de ese apellido y el saber que la estrella de su hermano lo iba a acompañar durante toda su vida. Acostumbrarse a su rostro estampado en remeras, en tatuajes, el calcomanías. Cuando Ramiro nació en Cuba el Che ya era leyenda.
Ramiro vive desde 2008 en Rosario, la ciudad que vio nacer a su hermano. Es licenciado en geografía graduado en la Universidad de La Habana y asesor del Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara (CelChe), un espacio creado para difundir el pensamiento del médico y revolucionario asesinado el 9 de octubre de 1967 en Bolivia, un día después de ser capturado en la quebrada de Yuro.
Hace 50 años Ernesto Guevara de la Serna era ultimado a balazos en una escuelita de La Higuera. «Vilmente fusilado en un aula miserable», describió Juan Martín, otro de los hermanos del Che. El oficial Mario Terán fue el encargado del asesinato y cuando tuvo enfrente a su víctima cautiva le temblaron las piernas. «Póngase sereno y apunte bien. Va a matar a un hombre», le dijo el Che a su verdugo.
A cinco décadas de la muerte de su hermano, Ramiro reflexiona sobre las distintas formas de recordar al Che. Y considera que es posible incluso que esa figura sea abordada con los chicos en las escuelas. Para ello recomienda leer al Che: sus cartas, sus escritos. Precisamente los materiales con los que trabajan con los adolescentes y jóvenes que vistan el CelChe.
Ramiro habla con un suave acento cubano que envuelve la entrevista. El mate en la mano y una frase del Che a sus espaldas, un fragmento de los diarios escritos cuando emprendió el primer viaje por el norte argentino a lomo de una bicicleta con motor: «El cuerpo pide a gritos un colchón, pero la voluntad se opone y continúo la marcha. A eso de las dos de la mañana se larga un chaparrón que dura más o menos una hora; saco mi impermeable y la capa de lona que la previsión de mi madre colocó en la mochila. Me río del aguacero y se lo digo a grito pelado…». Era 1950 y Ernesto tenía 22 años.
El hermano del Che que vive en Rosario es el menor de los hijos que tuvo Ernesto Guevara Lynch —el papá del Che— con su segunda esposa, Ana María Erra. Nació en 1975 en Cuba, a dónde sus padres tuvieron que emigrar perseguidos por la Triple A. El exilio de su familia y el ser hermano del Che fueron huellas que marcaron su infancia: «A nosotros la dictadura nos agarra siendo exiliados políticos. Y no es el mismo contexto ser un exiliado que ser emigrante. Eso te marca en la infancia, que te digan que perteneces a la cultura argentina, que en tu familia todos sean argentinos y sin embargo estás en otro país y no puedes regresar porque la dictadura no te deja».
—Tu niñez estuvo entonces marcada por ese doble contexto: ser hermano del Che y nacer en el exilio.
—Mis amigos son hijos de exiliados políticos que estaban como nosotros. Y era evidente que en Cuba la figura de mi papá, el padre del Che, era un centro de convivencia de mucho exiliado político de distintas tendencias y organizaciones. Eso ya te empieza a marcar una infancia vinculada a la dictadura en la Argentina. Y por otro lado no dejas de ser familiar de uno de los líderes por los cuáles muchos de los que estaban ahí estaban peleando. Ese contexto era una carga fuerte para un niño. Por la mañana vas a la escuela vestido de uniforme y lo primero que tienes que decir es: «Pioneros por el comunismo ¡seremos como el Che!». Y vos estás paradito ahí, como todos lo demás que dicen «tenemos que ser como tu hermano». Es fuerte para un niño, pero uno lo va sobrellevando, sobre todo con un acompañamiento familiar. Eso fue clave.
—¿Cómo era la mirada de los docentes?
—Depende de la escuela y qué docente te tocaba. En Cuba todos los años están las jornadas Camilo (por Camilo Cienfuegos) y Che, entonces hay que ir a echarle flores al mar. Había actos en la escuela y por supuesto, si había algún hermano del Che te llamaban. Pero recuerdo que no participaba mucho porque se ve que era bastante vergonzoso. En eso sí tiene que ver mucho el acompañamiento familiar, que evidentemente se lo transmitían a los profesores: «Ojo en no exponer a un niño en determinados eventos o cosas porque a lo mejor es contraproducente para el chico».
—En tu casa se cuidaba eso.
—En mi casa era Ernesto, no era el Che. «Fue el hijo mayor, el hermano mayor que transcurrió su vida como quiso, pero ustedes son otras personas», nos decían. Me parece que eso fue importante para que cada uno de los hermanos que vinimos después pudiéramos hacer una vida relativamente normal. Creo que no es así con el resto de los hermanos, los más grandes, que participaron incluso activamente de los movimientos políticos argentinos. En ellos creo que hay una influencia mucho más pesada del pensamiento del Che y también de los sucesos políticos que ocurrían en el país.
—¿Sentís que heredaste algo del Che? Su gusto por los deportes, el ajedrez…
—Creo que lo que tomamos es más que nada de nuestro padre. El gusto por la política, pero eso está marcado en casi toda la familia. Ajedrez jugaba de chico con mi padre. Pero la lectura creo sí que ha sido un gusto compartido por todos y todas en mi familia. Hemos sido bastante estudiosos, aunque yo quizás menos. Ese era un problema en la escuela, porque a veces te marcaban: «Eh, mira a tu hermano mayor», me decían cuando hacía alguna que otra macana.
—Hay distintas etapas del Che: el que viajó por Latinoamérica, el revolucionario. ¿Con cuál sentís más cercanía?
—Creo que como a toda persona uno no puede encasillarla en una de esas etapas. Es una pregunta compleja porque tampoco viví los mismos momentos históricos que vivió él. Quizás si hubiera compartido esa época hubiéramos tenido algunas coincidencias más. Hoy visto en el tiempo a lo mejor te digo que me inclino más hacia ese Ernesto de los viajes, donde busca siempre una explicación, a empezar esa búsqueda de por dónde va a ir Latinoamérica, en busca de una sociedad mejor, más justa, llámalo como quieras, pero siempre pensando en la explotación que está sufriendo la mayoría de las personas. Y también me quedo mucho con ese Che crítico, que me parece que es tan importante en el momento actual. El Che que no se queda con lo que bajan los manuales soviéticos de su época. Ese Che que va siempre a querer cuestionar incluso lo dogmático. A pesar de que le puede costar caro en la política. Por eso siempre digo que las cosas hay que analizarlas y preguntarse si están bien o están mal. Y no tener miedo del enfrentamiento y hacerse cuestionamientos.
Celia y su hijo el Che.
Celia y su hijo el Che.
—¿Es quizás un aspecto del que pueden apropiarse hoy los jóvenes?
—Puede ser, pero hay que tener cuidado también porque, insisto, no estamos en el mismo momento histórico. Si te pones a analizar geográficamente los tres lugares donde el Che se desarrolla como revolucionario e internacionalista (Cuba, África y Bolivia), los últimos dos procesos él los llama muy frustrantes precisamente por no encontrar alianzas y determinados actores políticos que lo acompañen. Una cosa es la crítica teórica o la de cuestionarse a uno mismo en función de lo que hace. Pero ojo con esa crítica, porque también lleva a personalismos y a la separación de movimientos. Él siempre abogó por la unidad para llegar al objetivo. Es complejo, porque esa unidad si es monolítica genera dogmatismo. Es un proceso de aprendizaje.
—¿Cómo te llevás con el merchandising del Che, con la remera con su imagen?
—Sobre eso siempre recuerdo algo que dijo Alberto Granado, que viajó con el Che por Latinoamérica. Una vez escuché en una entrevista que le preguntaban eso mismo y él con su tono muy risueño dijo algo interesante: «Prefiero verlo en una camiseta que no verlo». Es decir, en algún momento esa persona se va a cuestionar quién es el que tiene en la remera. Sin embargo, hay lugares donde ni siquiera está en una camiseta. Y realmente es raro, me ha pasado que he ido a algunos países y no está en ningún lado. Que esté en una camiseta, una artesanía o un mate no veo que sea algo tan grave. Sí no estoy de acuerdo que se venda una cerveza industrial con la cara del Che.
—¿Creés que su figura puede ser llevada a las escuelas?
—Sí, es posible. Lo que ocurre con la figura del Che es que se lo conoce muy poco. Lo que se sabe es por biografías, personas que escriben lo que piensan sobre el Che y realmente son muy pocos los que leen lo que él escribió. Sería interesante que desde la currícula puedan empezar a entender su figura. Entiendo el miedo de los profesores, como con el tema de la dictadura que es blanco o negro. Y hay muchos matices. También entiendo que se ha creado a través de los medios de comunicación la imagen del Che sólo como un guerrillero en la búsqueda de su objetivo a través de la guerra. Hay que buscar sus escritos y ver que eso es una parte de él, una salida que encuentra en un momento histórico. Pero hay muchos discursos que hablan de otras formas de poder cambiar esa realidad. No hay que tenerle miedo, porque si le vamos a tener miedo a eso entonces sería muy difícil explicar toda la historia de Argentina. La historia independentista del mundo cómo la explicas si tienes miedo a contar sobre la guerra. Quizás es cuestión de darle una vuelta para que también se puedan debatir estos otros aspectos del Che.
—¿Cómo ves el vínculo de Rosario con el Che?
—Aquí en Rosario hacemos más énfasis en el nacimiento, porque es lo que tenemos propio. La casa de calle Urquiza y Entre Ríos, la primera foto del Che de bebé en el parque Independencia. Alguna foto del paso por Rosario con Granado cuando iban a Córdoba. Hay una historia relacionada con la ciudad que la mayoría de los rosarinos se la ha apropiado. De los años que estoy aquí he visto cómo se ha podido integrar más a este hombre que era el Che, que hoy es casi un ciudadano más de Rosario. Hace 20 años atrás nos contaban que incluso habían puesto una bomba en la casa natal. Hay un proceso de cambio cultural que tiene que ver con información. Las personas cuando están informadas empiezan a tener un cambio en ese cuestionamiento que a lo mejor estaba influido por la prensa o por el momento histórico del país. A eso súmale una disposición de la Municipalidad de poner en valor todos estos espacios y el trabajo de las organizaciones sociales. Hoy Rosario es un lugar para poder conocer al Che.
—¿De los textos del Che con cuál te quedás?
—Me quedo más con sus cartas. Era una persona que le gustaba mucho la lectura y escribir. Desde muy joven, siempre fue un amante de la lectura. Al que le guste el tema lo incentivo a que busque las cartas que escribió cuando estaba en sus viajes. Cuando estaba en México hay muchas referencias a El Quijote de Cervantes. Son cartas muy lindas porque además es muy joven, tenía veintipico de años. Uno tiene que verse a sí mismo a esa edad. Hay muchas frases conocidas que son más revolucionarias. Pero yo me quedaría con esas cartas donde de joven se ve cómo él mira el futuro.
Ramiro hojea en los libros del CelChe y encuentra una de esas cartas. Es una que el Che le escribe en 1956 a su madre Celia desde México. La carta dice: «Además es cierto que después de deshacer entuertos en Cuba me iré a otro lado cualquiera y es cierto también que encerrado en el cuadro de una oficina burocrática o en una clínica de enfermedades alérgicas estaría jodido. Con todo, me parece que ese dolor, dolor de madre que entra en la vejez y que quiere a su hijo vivo, es lo respetable, lo que tengo obligación de atender y lo que además tengo ganas de atender y me gustara verte no sólo para consolarte, sino para consolarme de mis esporádicas e inconfesables añoranzas. Vieja, te besa y te promete su presencia si no hay novedad. Tu hijo, el Che».
Fotos, videos y materiales didácticos para acercarse a una vida revolucionaria
El Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara (CelChe) nació en 2011 «como un espacio multidisciplinario de investigación, intercambio y difusión del pensamiento latinoamericano con énfasis en la vida y obra de Ernesto Che Guevara». Cuenta con exposiciones itinerantes y actividades sobre temas vinculados a la realidad latinoamericana, muestras, seminarios y ciclos de cine.
El espacio de la Secretaría de Cultura de Rosario funciona en Belgrano 950, en el subsuelo del Galpón del Centro de la Juventud. Dispone de una biblioteca de consulta y DVD’s sobre la vida y obra del Che.
Entre las propuestas educativas, cuenta con la «Posta del Che», donde la idea es introducir a adolescentes y jóvenes en la infancia, juventud y devenir como figura de la revolución. «Les damos un pantallazo de la vida del Che, cuáles eran sus ideales, su propuesta de vida. Y después se trabaja desde los lúdico y se le entregan materiales a los chicos», apunta Ramiro Guevara, asesor del espacio.
Las vistas al CelChe son de lunes a viernes de 9 a 17, teléfonos 4802557 interno 11, email: celche@rosario.gov.ar, Facebook CelChe.