
El acusado de la violenta agresión contra diez cadetes del Liceo Militar de Santa Fe y el crimen del chofer Rubén Walesberg, habló por primera vez y dio su versión de lo sucedido.
Martín Kunz rompió el silencio en el tercer aniversario del suceso que lo llevó a juicio, acusado de haber atacado a un grupo de cadetes del Liceo Militar Manuel Belgrano de la ciudad de Santa Fe y haber asesinado al chofer que los trasladaba en una trafic, Rubén «Bigote» Walesberg.
Este martes, durante la segunda jornada del debate -presidido por los jueces Pablo Ruiz Staiger, Lisandro Aguirre y Celeste Minniti- el exliceísta, que acaba de cumplir 22 años, decidió declarar y dar a conocer su versión de lo ocurrido la siesta del viernes 19 de agosto de 2022.
Previo a esto, la defensora pública que lo asiste, Virginia Balanda, se quejó de que el Servicio Penitenciario no hubiera trasladado a Kunz hasta los tribunales de la capital provincial. Debido a que fue catalogado como un preso de «alto perfil», se lo conectó por videoconferencia desde la cárcel de Coronda.
Más allá de los planteos defensivos, el tribunal señaló que no puede interferir en las decisiones administrativas y que las garantías constitucionales no se verán afectadas, por lo que el juicio continuará sin el acusado en la sala.
«No soy un asesino»
Enfrentando un pedido de condena a prisión perpetua, Kunz sostuvo haber sido el agredido inicial: «No soy un asesino, soy una persona que se defendió». Inició su relato detallando que el 17 de agosto, dos días antes del hecho, fue su cumpleaños, y que por eso ese viernes se dirigía al norte a visitar a su novia, como lo hacía «todos los fines de semana».
Kunz explicó que generalmente viajaba a dedo o en colectivo, pero ese viernes su novia -una cadete de 14 años- le pidió al chofer de la trafic en la que viajaba que le hiciera el favor de subirlo para así ir juntos hasta su casa.
La chica, cuya entrevista en cámara Gesell fue reproducida al inicio del juicio, dijo que no reconoció al atacante, que este se metió de prepo en la trafic y que supo que era Kunz recién cuando éste le dijo su nombre a la policía. También indicó que lo vio acuchillar a Walesberg en el cuello.
En su declaración, el acusado dijo que su novia le presentó a «Bigote», quien lo saludó, y que al notar su presencia un grupo de cuatro o cinco cadetes comenzaron a insultarlo y preguntar: «¿Qué hace ese croto ahí?¿Qué hace acá?»
Sin intención
Kunz afirmó que, tras los insultos, recibió un golpe en la cabeza, por lo que se agachó automáticamente y al levantar las manos en defensa, sufrió «cinco cortes, cinco puntazos» en su mano derecha.
Acto seguido, según su testimonio, el chofer fue atacado y apuñalado por el mismo grupo, porque «él quiso evitar la situación, quiso evitar el conflicto al ver que ellos me atacaron sin saber quién era yo, me quiso defender y por intentar defenderme a mí, sufrió el ataque».
La mayoría de los cadetes atacados dijo que el objetivo de Kunz era asesinar a uno de ellos
Ante tal «situación hostil» en la que «sentí que mi vida estaba en riesgo», Kunz aseguró que buscó la cuchilla que llevaba en su mochila y, al levantarse, comenzó a «tirar puntazos al aire» para defenderse. Manifestó que no reconoció a las personas que lo atacaron inicialmente, pero luego nombró a tres.
El acusado reconoció haber atacado a dos cadetes, dejando a uno inconsciente, y describió un estado de «desesperación, susto, miedo» ante la creencia de haber matado a personas, ya que también le dijeron que había asesinado a los tres cadetes que escaparon de la trafic.
Ante la situación de caos, Kunz admitió que le ordenó a uno de los chicos que condujera la combi y aclaró que, si bien lo había herido previamente en el conflicto, no lo hizo mientras conducía. Luego, cuando la policía los obligó a detenerse sobre la Ruta Provincial 1, «me entregué para evitar más problemas, yo no tuve intenciones de matar a nadie».
«Uno siente la discriminación»
Sobre la cuchilla, el acusado explicó que la llevaba por seguridad, debido a que muchas veces cuando hacía dedo nadie lo «levantaba» y terminaba caminando solo por la banquina. Para él, era una «precaución», una «herramienta indispensable para la supervivencia».
Kunz también abordó su pasado y los conflictos en el Liceo Militar General Belgrano. Se describió como «una persona de bien», proveniente de una familia de clase media baja que le inculcó valores. «Yo me metí en el liceo porque a mí me gusta el ejército, me gusta la patria, soy un defensor de la libertad, de la vida, de los bienes en los habitantes argentinos».
«Yo era una persona de bien a pesar de las cargas que uno puede tener en la adolescencia, sobre todo en el liceo, donde la mayoría tiene un buen pasar económico y uno siente la discriminación. Me esforcé, fui becado, estuve entre los mejores estudiantes y eso generó envidia», sostuvo.
Reconoció haber cometido errores, pero acusó a algunos de los cadetes de San Javier de «inventar mentiras» y acusarlo de romper cosas y de abuso de poder para lograr su expulsión de la institución. También dijo que cuando lograron que se fuera, porque el Liceo le ofreció terminar a distancia con un título de bachiller -sin el de Subteniente de Reserva- y él se negó, hostigaron a su hermano.
Kunz señaló que uno de los cadetes hacía alarde de que sus padres tenían peso en la comisión directiva del Liceo y que lo harían echar, y si bien negó que le molestara la posición económica del resto, sostuvo que «ellos tomaban eso para poder aprovecharse de mi situación» y «se escondían bajo el ala de los padres».
El debate continuó con los testigos del bloque acusador, conformado por los fiscales Ana Laura Gioria y Estanislao Giavedoni y los querellantes Daniel Recaman -por la familia del chofer- y Mariana Oroño -por los cadetes-. Las audiencias continuarán a lo largo de la semana.
Fuente: Diario El Litoral