El doctor en psicología Roberto Follari cuestiona el rol de los comunicadores ante los hechos de violencia
A los pocos días del linchamiento de David Moreira en manos de vecinos de barrio Azcúenaga, un profesor de escuela secundaria rosarina se propuso que la dolorosa noticia no quedara fuera de su clase de formación ética y ciudadana. Así invitó a sus alumnos, jóvenes que pronto ingresarán a la universidad o al mundo laboral, a una lectura reflexiva sobre lo ocurrido. Tristeza y desazón sintió al comprobar, cuenta, que la mayoría aprobaba el homicidio cometido sobre el joven de 18 años, molido a patadas. ¿Qué puede hacer la educación? ¿Qué la escuela frente a este dilema tan complejo?
Para el doctor en psicología Roberto Follari, es necesario por más difícil que parezca hacer comprender que «la violencia del acto vengativo y la apelación por la población a acción por mano propia debe rechazarse por completo. No apelar a la ley, asesinar a alguien sin juicio ni defensa, es salvaje y antisocial, mina las bases mismas de cualquier convivencia. Los parientes de desaparecidos, que no han matado a nadie por venganza a pesar del sufrimiento a que se sometió a sus familiares, son ejemplares en esto».
Mala política mediática. Follari es docente e investigador de la Universidad Nacional de Cuyo (UNC) y de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Considera que los medios mucho pueden aportar para ofrecer claridad o bien para avivar más esta serie de hechos violentos que ya no son patrimonio de la ciudad Rosario: en sólo una semana se replicaron en Buenos Aires, La Rioja, Córdoba y Río Negro. Habla así de irresponsabilidad de los medios de comunicación, «que hacen mala política asustando a la población con la inseguridad y deshumanizando la situación en que se producen los delitos. Además no explicando nada, dejando inerme a la población frente a una angustia que los mismos medios contribuyen a producir». Y considera que ante los linchamientos «se necesita menos espectáculo y más explicación por parte de los medios».
—¿Cuál es la primera reflexión que admite esta triste noticia?
—Se trata de una víctima de la falta de políticas de Estado en el tema seguridad, y en ello nada importa si el chico asesinado a golpes era inocente o «culpable» de robo. Ni el oficialismo nacional, ni el de la provincia de Santa Fe, ni el resto de los partidos políticos y las oposiciones nacionales han sido capaces de una agenda clara que priorice una política de conjunto, por encima del faccionalismo, en torno al tema seguridad. La falta de presencia estatal se traduce en venganza por propia mano, algo que ensucia también a quienes la practicaron, y que fija un precedente desastroso sobre la cuestión.
—¿Cómo nos interpela como sociedad este linchamiento al joven?
—Esto muestra, como dijimos antes, la falta de políticas. En la izquierda, porque se asume que la seguridad sería una problemática «de derechas»; en las derechas, porque se da rienda suelta a una idea primitiva y policíaca de mano dura, cuando no pocas veces la policía se colude con el delito. Y también la irresponsabilidad de los medios de comunicación, que hacen mala política asustando a la población con la inseguridad, y deshumanizando la situación en que se producen los delitos. Además no explicando nada, dejando inerme a la población frente a una angustia que los mismos medios contribuyen a producir. Se necesita menos ruido y más nueces, menos espectáculo y más explicación y prevención. Uno advierte que los mismos que apoyaron las políticas neoliberales y de derechas que hubo con Menem y De la Rúa, son quienes se quejan de la inseguridad como si esta hubiera caído del cielo, y no fuera fruto del hambre y la desocupación que se instalaron en esos tiempos. Pero, por cierto, nadie contribuye a explicarlo. Por supuesto, que existan esas bases sociales del delito no es pretexto para no trabajar sobre el mismo desde ya y con toda lucidez y energía, pues no se puede esperar que se resuelvan todos los problemas sociales, antes de tomar medidas preventivas necesarias en las múltiples áreas multicausales de la inseguridad. Decimos en este caso «inseguridad» y no «situación delictiva», pues hay otros delitos enormes de empresarios políticos o comerciantes que no producen inmediata inseguridad, pero que son brutalmente nocivos por sus efectos indirectos.
—Ante esto, ¿qué puede hacer la educación?
—Puede ser lugar para que el tema se hable y se explique. Que se advierta que rara vez se llega a delinquir con violencia, por gusto propio. Que hay bases sociales de producción del delito, en que la responsabilidad de los sectores más ricos de la sociedad es grande, por la fuerte injusticia distributiva de bienes y servicios. Y que se busquen conductas comunitarias y colectivas de defensa pacífica y de prevención, así como se establezca la conciencia de que hay que pedir del Estado una política al respecto. La cual no podría hacer milagros y eliminar rápidamente la inseguridad, pero sí podría ir atenuándola en el tiempo.
—En ese sentido, ¿qué valores, ideas, se deberían profundizar desde la escuela?
—La comprensión de que los comportamientos individuales son producto de condiciones sociales, una cuestión que va contra los sentidos comunes ideológicos instalados, según los cuales, cada uno es fruto de sus propias decisiones, y sólo de ellas. La solidaridad para con las víctimas, el cuidado de uno y de los demás para prevenir, y la comprensión de que si no se superan las condiciones sociales que producen el delito violento, éste —lamentablemente— no va a desaparecer. La violencia del acto vengativo y la apelación por la población a acción por mano propia deben rechazarse por completo. No apelar a la ley, asesinar a alguien sin juicio ni defensa, es salvaje y antisocial, mina las bases mismas de cualquier convivencia. Los parientes de desaparecidos, que no han matado a nadie por venganza a pesar del sufrimiento a que se sometió a sus familiares, son ejemplares en esto, con el resultado de que al fin muchos responsables han sido juzgados, pues nunca se hizo justicia por mano propia, ni siquiera cuando la justicia y reparación estatal parecían imposibles.
Diario La Capital