Cómo impactó en el mundo de la política, del empresariado y en el poder judicial el hallazgo fortuito de una cueva financiera en el corazón operacional del circulo rojo doméstico.
Dicen los testigos de la situación que, al momento de ser allanado el departamento que ocupaba Yamil Benavidez en Puerto Amarras, el “Turco” tuvo un pico de stress y enmudeció. Un acto que recomienda cualquier defensa, pero esta vez el gesto habría sido involuntario. Los pesquisas de la AIC fueron a buscar una licuadora y dos Smart TV de un ciudadano chileno que, hasta último momento, quiso negociar con la dueña del inmueble el retiro voluntario de las cosas. Un par de meses de deuda empujaron a la mujer a cambiar la cerradura y alquilar la unidad esta vez en forma temporaria. En la Torre II de Amarras funcionaba una suerte de cueva financiera rodante. La puso al descubierto una denuncia sobre un hecho menor, una carambola. Al menos eso parece.
Este miércoles el juez federal subrogante Cuello Murúa indagará a Benavidez por el posible delito de lavado de activos. En el departamento que alquilaba el “Turco” la policía halló 26 millones de pesos, 22 mil euros, 23 mil reales y 83 mil dólares. Mucha plata para un muchacho que hasta el 31 de marzo trabajó como Asistente Técnico (AT, asesor político) del bloque radical de Unidos en el Concejo santafesino. Salvo que pueda justificar una repentina fortuna producto de una herencia, un premio de juegos de azar y la realización de jugosos negocios en época de crisis, su situación es apremiante. De todos modos, no parecía sentir el rigor del aliento en la nuca de los organismos de control; en poco tiempo compró una camioneta 0km y estaba pagando otra en cuotas, señalan fuente de la causa. Además, estuvo en Qatar durante el Mundial de Fútbol. Vida de pachá, como dice el tango.
Desde que quedó detenido a disposición de la justicia federal el mundillo político quedó en alerta. ¿De quién es ésa plata?. ¿Alguien la puede reclamar?. Sumado a eso, Benavidez –según se informó – manejaba cerca de 40 tarjetas bancarias con las que hacía transacciones grandes. El Banco que las expidió, con sucursal portuaria y en la city santafesina, no reparó que el dato podía ser una maniobra delictiva. Irregular, al menos. El antecedente del “Caso Oldani” no dejó secuelas, el mundo de las finanzas tiene su propia lógica. En un territorio donde nada parece ser lo que es, en donde se duda sobre los reales y verdaderos dueños del emprendimiento inmobiliario más oneroso de la ciudad, cualquier actividad puede camuflarse. Como ése dicho que señala que “el mejor lugar para esconder un árbol es el bosque”.
El imputado siempre estuvo vinculado a la UCR. Un informe preliminar señala que fue personal político de la Municipalidad de Santa Fe entre el 2011 y el 2019, los ocho años de gestión como intendente del ahora diputado electo José Corral. Corral y su entonces Secretaria de Gobierno María Martín lo ascendieron al cargo de Coordinador Técnico en la Secretaría de Control en 2017. Los que lo conocen, señalan que siempre le dijeron “Turco”, pero que en Diamante, provincia de Entre Ríos, lo recuerdan como “Yamilito”, el pibe que militaba al calor de Sergio Varsisco, mucho antes que el ex intendente de Paraná quede preso por connivencia con el narcotráfico.
El fiscal que tiene la investigación delegada, Walter Rodríguez, es un funcionario respetado por su rigor y contundencia. En más de una década en la jurisdicción ha llevado a juicio y a la cárcel a más de un peso pesado. Las expectativas sobre su trabajo siempre son altas. Ahora, ¿Cómo responderá la política frente a esto?. ¿Pedirá explicaciones? ¿Pondrá todos los recursos a disposición?. Un dato relevante: el lavado de dinero supone la existencia de un delito precedente. ¿Será la corrupción política, el narco, la evasión de las grandes empresas…?
Pronto las dudas comenzarán a dilucidarse. Esta historia tiene, apenas, un prólogo.
H.M.G