Mientras espera una respuesta al pedido de detención domiciliaria, Vanesa Saravia, intenta recuperarse del golpe. Lujos, gastos fastuosos y policías dentro de la banda.
Vanesa Marcela Saravia pasa sus días detenida en la unidad pena de mujeres de Rosario. Piensa todo el tiempo en el último movimiento de cocaína que hizo en la madrugada del 7 de noviembre pasado. A 200 metros de la casa operativa de San José al 10.400 los estaban filmando un grupo de trabajo de la división antinarcóticos de la PDI, a cargo del subcomisario Martín Oliva. Cuando observaron que un auto Peugeot 308 llegó al lugar y se puso de culata en la vereda, el semblante de los oficiales cambió. Estaban en el lugar Alvaro Juriol y Angel Aguiló, alias «Tamboreiro», integrantes de la banda. LLegó otra camioneta. Cargaron bolsos y fueron hasta la casa de Los Ceibos al 10.400, luego regresaron a calle San José. Este movimiento alteró los nervios de los pesquisas, que rápidamente informaron al Fiscal Federal Gustavo Onel sobre la maniobra. Con las primeras luces del días ya contaban con las órdenes de allanamiento en varios domicilios y requisas de automóviles. El resultado de los procedimientos judiciales fue abrumador: 148 kilos de cocaína secuestrados del interior de una camioneta Ford Ranger, de dominio de Saravia y su marido, Martín Albaristo. También se secuestraron elementos de corte del estupefaciente, 118.000 dólares y 300.000 pesos. La curandera tenía en su poder la llave de la camioneta clave, la comprometedora. Justo a ella la atrapó la sorpresa. Se cuidaba de hablar por la línea común del celular. Usaba dos aparatos, uno le servía de router del otro, que no tenía chip y se nutría del wi fi del primero. Así, y sólo por Whast App hablaba Saravia, de acuerdo a los informado por los investigadores a las autoridades judiciales. Entre los lugartenientes de la líder se encontraba Germán Doganieri, un policía santafesino con destino en la Unidad Regional de San Gerónimo, que también quedó preso en la redada del 7 de noviembre. Los otros adláteres de la narco eran Guillermo Paz, con domicilio en Rosario, Kevin Arce, que se hacía llamar Nicolás Heredia en la red social Facebook y Leonardo Rivero. Todos esperan conocer su suerte, la semana próxima, cuando se supone se dicte el procesamiento de la banda.
UMBANDA. Saravia y su marido frecuentaban el templo religioso.
La droga de la curandera
Saravia alternaba sus actividades narcos con las espirituales, en el templo Umbanda de calle San Jerónimo al 6.800. Habitualmente se movía con Albaristo, Juriol y el policía Doganieri. Sus contactos principales para la provisión se ubicaban en Córdoba. Varios de los coches que frecuentaban la casa de Echagüe al 6.900 tenían dominios de ésa provincia, o en Buenos Aires. La vivienda que ocupaba en el barrio de Guadalupe Residencial junto a su marido y sus tres hijos había sido alquilada por una policía santafesina que, de acuerdo al contrato de locación, canceló el año entero de alquiler (alrededor de 440.o00 pesos) en un sólo pago. El alquiler era de 35.000 pesos, y la mujer policía cobra en la actualidad $24.900. El garante es otro policía. No abundan los casos de confianza como estos en el mundo inmobiliario.
La mujer policía que prestó su nombre para que use el inmueble Saravia está sospechada, junto a otro policia santafesino, de haber hecho viajes por pedido de «La Curandera» en distintos vehículos, llevando plata en las ruedas de auxilio de los mismos y luego intercambiado el dinero por droga, la que traían de la misma forma, camuflada en las cubiertas.
LA CASONA DE GUADALUPE. La alquilaba una policía santafesina. El monto mensual era de 35 mil pesos y el sueldo de la funcionaria de seguridad de 25 mil. Los números no cierran.
Cuando allanaron los domicilios vigilados por los policías de la PDI, sobre todo los de calle Los Ceibos y San José secuestraron documentación de 17 vehículos, muchos de alta gama, como el mini cooper o el Jeep Patriot, que está a nombre de un cordobés, quien se supone es el proveedor de la droga. La cocaína hallada estaba fraccionada en 27 panes por un lado, que tenían un sello al estilo de los cárteles mexicanos. Decían «Tío Jose» y la imagen de un felino, probablemente un león. Esos panes, de acuerdo a los datos preliminares, serían los de máxima pureza. El resto de la droga estaba en bolsas negras, que al mismo tiempo contenían la droga en 120 envoltorios transparentes. Se supone que ésta última ya estaba cortada por la banda, estirada, para mayor rendimiento. En el mismo lugar se hallaron más de 30 llaves de coches y casas, que son materia de investigación por estas horas.
EL POLI NARCO. Germán Doganieri, prestaba servicios en la Unidad Regional de San Gerónimo. Nadie lo controlaba.
Un corto camino, un gran negocio
Los investigadores coinciden en que Saravia pasó la frente tras la salida del negocio de Vicente Pignata, prófugo de la justicia desde el año pasado. «Ella se queda con todo el mercado de la cocaína en la zona después de la partida de Pignata. Conocía el paño porque ella se inició con Vicente en el año 2013 aproximadamente, en aquél momento vió como Pignata montó su red de la mano de policías que revistaban en la vieja AUE (Agrupación de Unidades Especiales), muchos de esos policía juegan en la vereda del narco desde hace mucho, algunos se reciclaron en lugares claves de la policía», señala un investigador, también policía, que lamenta la corrupción en la fuerza. «Su crecimiento económico fue gigante, sin actividad comercial o económica declarada, se movía con muchos lujos, autos, gastos altos, cocheras (…) creemos que también tenía disposición real de una quinta en Colastiné, que ocupa una manzana», se informó.
Saravia, imputada como organizadora de la banda, espera el dictamen del juez Reinaldo Rodríguez sobre el pedido de prisión domiciliaria, fundamentado en el derecho que le asiste para cuidar de sus hijos pequeños. La Fiscalía ya opinó negativamente.
Autor: Héctor Martín Galiano