El narco local, condenado y detenido en Coronda, le sugiere a otros narcos conversar con el actual Jefe de la Regional Uno, porque “tiene códigos y entiende el negocio”. Otro policía aparece en las escuchas dando protección territorial y adelantando maniobras de los pesquisas que lo investigaban. El nexo con el capo narco de la cocaína paranense, Gonzalo “El Gordo” Caudana”.
En agosto del año pasado, Raúl “Beto” Basimiani (también conocido como Cabezón o Cabecita) estaba desaforado. Disfrutaba de los últimos días de cárcel en Coronda. El Tribunal Oral Federal de Santa Fe le aceptó la propuesta de juicio abreviado y lo condenó a seis años en noviembre de 2015. Dos años antes, un grupo antinarcóticos de la Policía Federal legado desde Buenos Aires lo había detenido a él y a compinches por venta de drogas. “Beto” estaba a punto de salir con libertad condicional y preparaba el regreso fuerte. Además, sabía que al “Chunchi” Montenegro lo tenían en el buzón (celda de castigo) del pabellón 11 en Coronda. El “Chunchi” era el vendedor fuerte de cocaína y marihuana en la Vecinal Coronel Dorrego, conocido como “La Chaqueñada” . Con Montenegro fuera del negocio Beto se cebó. A través de su mujer Soledad González, de sólo 29 años, se encargó de proveer a los adictos de la zona y a los adláteres del “Gringo” Mario Visconti, encargado de la distribución de drogas en la zona norte de Rosario, hasta el 31 de mayo de 2016, cuando lo mataron en un camino rural cerca de Ibarlucea. Es por eso que “Beto” fue noticia una vez más el 23 de octubre del año pasado cuando, otra vez, una delegación de la Policía Federal allanó varias viviendas en Santa Fe y su celda en el penal corondino. Desde la cárcel, Basimiani controlaba el negocio narco con un celular que usaba sin reparos. La investigación, que se inició en Rosario, siguió en Santa Fe con el juez Francisco Miño y la colaboración de Claudio Kishimoto, entonces titular de ambas fiscalías federales en Santa Fe. Con las escuchas y la droga secuestrada en los allanamientos alcanzaron para que el juez federal en la capital santafesina procesara a Basimiani y a su mujer por comercio de estupefacientes el 23 de noviembre del año pasado.
Escuchas, colaboradores y el regreso esperado
En agosto del año pasado Basimiani ya diseñaba el regreso al negocio narco, pero en libertad. Le quedaban dos meses para lograrlo. No sabía que dos jueces y dos fiscales habían ordenado una batería de medidas tenientes a probar sus acciones ilegales. Las intervenciones telefónicas fueron clave, al punto que fueron trazando una línea investigativa clara: quien manejaba el negocio afuera, quiénes daban “piso” policial y quiénes eran los proveedores.
El 17 de agosto, desde su celda en Coronda, “Beto” habla con un policía, que le dice “que está difícil conseguir yuyo”. Basimiani le cuenta que “Chunchi” Montenegro esté encerrado en el “Buzón” del (pabellón) 11 y que se la tienen jurada”. “Beto” le dice que tiene que juntarse con un amigo de Paraná. “Yo quiero agarrar el barrio de frente mar, pero para eso necesito mercadería”, dice Basimiani. El barrio, la Chaqueñada, estaba sin su capo tras la caída del “Chunchi” y “Beto” no quería dejar pasar el momento. El interlocutor del narco es evidentemente un policía, porque se ofrece a llevar información en su patrullero. “Beto” le explica que cuando él vuelva va a ser todo como antes, “todos comían de la torta, yo ponía en todos lados, no le fallé a nadie, por eso tuvieron que venir grupos de afuera a detenerme”. Según los pesquisas de la Policía Federal, el interlocutor de “Beto” es un policía provincial llamado Mario F. Ese mismo día, pero a la noche, Basimiani habla con su mujer, Soledad González. Le dice que ya habló con “el comisario”, que en los pasillos (del barrio Coronel Dorrego) está “todo desértico”. La mujer le confirma: “ me están volviendo loca preguntando por blanca”.
El 18 de agosto Basimiani habló con Gonzalo Caudana, el zar de la cocaína en Paraná y la región. “El gordo”, como lo llaman a Caudana, le dice que le mandó el gestor a Coronda, que es un tipo de su confianza y que le va a dar un número de teléfono nuevo, porque lo cambia cada 15 días. “Beto” le pide que hable con “su patrona”, que es González, que lleva el negocio afuera. En otras conversaciones Basimiani le pide “yuyo” a Caudana, pero éste le dice que no tiene, que no se consigue. También el “Beto” se interesa por los capuchones (pequeños tubos donde se fracciona cocaína). – ¿De la otra tenés?, se interesa Beto (sin mencionar la palabra cocaína). – De la mejor, como siempre, dice Caudana.
En una conversación interceptada el 18 de agosto, a las 18.42 hs, “Beto” le dice a Caudana que tiene una casa refaccionada en el norte de la ciudad, que fue su primer negocio y que se lo van a habilitar de nuevo, porque cuenta con la venia del nuevo jefe que entró, “que es amigo mío (…) es el Gringo (Luis) Siboldi – quien una semana antes había asumido al frente de la URI- “es una buena línea, yo voy a tener una reunión cuando salga, si te cabe te lo presento, es intocable”. Más adelante Caudana le sugiere conseguir yuyo prestado de “otro muchacho”. – Sería ideal para arrancar”, le dice Beto (…) yo en ochenta días salgo y te presento a éste amigo mío, que es una cobertura bárbara, es el dueño del circo. – ¿Él está de Jefe?, insiste Caudana. – Sí, es el Jefe de Unidad, le refuerza Basimiani, “estaba en las TOE antes y es un hombre de negocios, que es lo más importante”.
(Foto: Jefe de la Unidad Regional 1, comisario Luis Siboldi)
Ni “Beto” ni “el Gordo” pudieron juntarse en libertad. El 7 de octubre una delegación especial de la Policía Federal, que venía escuchándolo en vivo a Cuadana, lo detuvo en la ruta nacional 18 en cercanías a la ciudad de Villaguay – Entre Ríos. Llevaba 11 kilos de cocaína de máxima pureza y más de un millón de pesos. Todas las actuaciones referidas a los diálogos entre Beto y Caudana fueron giradas al juzgado federal de Paraná, a cargo de Leandro Ríos.
Por tierra, por aire.
En una de las escuchas telefónicas agregadas a la causa detectan inconvenientes con un hombre que es contactado por Soledad González para bajar droga en un campo a través de un vuelo de avioneta. “Me dijo que necesita un campo que esté lejos de la policía y un espacio de 1.600 metros (…) que necesita unos tres vuelos semanales y no uno por mes, porque no le rinde”. González le cuenta a su pareja, preso en Coronda, que el interlocutor cambia de teléfono a cada rato y a veces “usa un Handy”.
Menores fraccionando…
En varias conversaciones entre Basimiani y González puede advertirse que las hijas de González, ambas menores de edad, participaban del fraccionamiento de la droga, la que vendían en forma de “menudeo” en la misma casa que habitaban con la madre.
Un pedido del Fiscal
La investigación que desarrolló casi en su totalidad el fiscal federal Claudio Kishimoto, fue clausurada hace dos días por el fiscal Walter Rodríguez, de regreso en esta jurisdicción luego de un breve paso por la Fiscalía de Investigaciones Administrativas en Buenos Aires. En la elevación a juicio, Rodríguez pide investigar a los policías mencionados por la presunta comisión del delito de encubrimiento, agravado por ser funcionarios públicos. En el dictamen también propone remitirle copias del expediente al Secretario de Asuntos Penitenciarios, Pablo Cococcioni, , en donde queda claro que Basimiani, desde su celda, tenía un uso de la telefonía celular sin controles del Servicio Penitenciario.
H.M.G